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Categoría: Misterios

VENTITRÉS

Nada es completo en la vida.

Esa era una verdad que siempre escuchaba decir a mi madre. Más aún cuando élla y mi padre discutían. Papá, era un hombre totalmente dedicado a su trabajo, y mamá era igual de intensa, pero mi hermano menor y yo éramos su gran empresa.

Nunca imaginé ver a mamá con una sonrisa tan abierta, y unos ojos negros tan brillantes como luceros, cuando acabé mis estudios superiores, graduándome de abogado... mientras que papá, se puso tan extraño y sombrío, como si una nube gris ocultase su espíritu... En esos momentos recordaba las palabras de mi madre: "Nada es completo en la vida"... Si alguna vez llegara a casarme, tendría que ser con una mujer como mamá... Ella, no era una mujer bonita ni fea. Era pequeña, mestiza, con unos cabellos negros, largos y lacios como las hebras de una yegua, con unos ojos tan generosos y una sonrisa tan sana que cualquier persona que la conociera no podría dejar de apreciarla y de quererla...

La vida que tenía, era maravillosa. Todo me salía excelente. En el estudio jurídico donde trabajaba, mis jefes me estimaban y respetaban... Todo iba perfecto en la familia, pero, desde que despidieron a papá del trabajo, él cambió notablemente. Cuando nos veía entrar o salir, se iba de la casa, comportándose como un fantasma. Uno día traté de conversar con él, pero su respuesta fue muy extraña y evasiva: "No te preocupes, hijo... Pronto estaremos bien"...

Cuando cumplí los veintitrés años, mamá y mi hermano me saludaron muy temprano, llevándome el desayuno a mi cama como si fuera un rey. Mis amigos me llamaron por teléfono durante toda la mañana... Todo fue hermoso, menos papá, que cuando me vio dijo que lo perdonara pues lo había olvidado, e inmediatamente salió de la casa... Mamá estaba preocupada por él, pues lo veía tan callado, como sumergido en un mundo interior lleno de angustia y dolor, haciéndole verse como un extraño... Élla me contó que cuando conversan, él se siente preocupado por nosotros. Teme que caigamos en el pozo de la miseria... Yo le respondí a mamá que iba a conseguir un trabajo mejor remunerado para ayudar en todas las necesidades de la familia... Mientras élla me escuchaba, se le caían las lágrimas, diciéndome que dios era muy bueno, pues le había dado un hijo generoso y, al mismo tiempo un buen amigo, por ello, nunca iba a dejar de quererme...

Aquel veintitrés, fin de semana, llegué pasada la media noche a mi casa, pues todos mis amigos del trabajo no querían dejarme salir de la gran fiesta. Mis padres ya estaban en su cuarto, y mi hermano estaba durmiendo en su cama al costado de la mía. Al medio día, había sido invitado por todos los muchachos del barrio para jugar un partido de fulbito... Sin pensar, me quité la ropa, y me eché a dormir.

Nunca he creído en los sueños, pero mamá sí. Aquella noche soñé que unos hombres entraban a robar a la casa. Papá se levantaba para botar a los ladrones. Yo, no podía mover las piernas ni los brazos, ni siquiera podía gritar... Estaba como un angustiado espectador. Veía como hasta mamá se levantaba y luchaba contra los ladrones, pero, ellos eran más fuertes que mis padres... Fue entonces en que sentí claramente como el amanecer caía como charcos dorados por la ventana de mi cuarto... Quise levantarme, pero me dije: "Mejor voy a dormir un poquito más...", y así lo hice.

El primero en levantarse en la casa era papá, yo siempre escuchaba cuando salía de su cama, cogía sus chancletas, se paraba e iba directo al baño, se lavaba los dientes, y luego, caminaba hacia la cocina y calentaba la leche. Luego, salía hacia la panadería a comprar el pan... y al final, entraba en nuestro cuarto para avisarnos que el desayuno ya estaba servido... Así era el ritual de cada domingo, pero, esta vez fue diferente, pues, no fue al baño ni a la cocina, sino que salió de la casa y casi al momento regresó... Claramente sentí como abría la puerta de mi cuarto, despacio, como si no quisiera despertarnos, y luego, sentí que se paró frente a mi cama, como una extraña y fría sombra, mirándome... Fue entonces en que escuché como una gran explosión, como si se hubiese caído un aluvión de agua negra sobre mí, y debido a eso, no podía moverme ni abrir los ojos... nada, indolente... todo negro... Sin embargo, algo de mi aún sentía algo, como si fuera un testigo de una pesadilla, sin poder hacer nada, nada, indolente... Como un sueño detrás de otro sueño.

Contemplé a papá que con una pistola apuntaba a mi hermanito, diciéndole que eso es lo mejor para todos, que todos moriremos. Mientras mamá, como una loca entraba al cuarto, gritando y llorando como si el aire de la vida se le chorreara por la boca, era una visión terrible... "¡¡Que has hecho, que has hecho...!!", gritaba mamá, jaloneándole para que no disparara a mi hermano. Papá, tumbó a mamá sobre un rincón del cuarto de un solo golpe, y luego, sobre élla volvió a disparar... Yo, indolente, miraba como del dulce rostro de mi madre chorreaba su sangre, abundante sangre, volviéndose como una melcocha de sangre y pelo... Y cuando mi padre iba a disparar contra mi hermano, mamá lanzó un grito atroz: "¡¡No lo hagas, a él no... es tan pequeño... no lo hagas...!!"... "Es lo mejor, viejita, es lo mejor". De pronto, mi hermanito saltó sobre papá, cayendo y rodando los dos por el suelo, como dos hombres luchando por sus vidas... "¡¡Que fuertes eres hijito, pero, tenemos que morir!!", gritaba papá... Y yo, indolente, sin poder hacer nada, nada... Vi entonces, como mamá se arrastraba, dejando manchones de sangre por el suelo, buscando salir de la casa y pedir ayuda, pero, la puerta del cuarto estaba con llave... "¡¡Hijo mío, hijo mío... No me dejes!!", escuché que mi madre me llamaba, y fue allí, en que sentí como un impulso que me hizo pararme, abrir la puerta con llave y acercarme a papá, diciéndole: "Deja a mi hermano, y sígueme..."... Papá, soltó a mi hermano y comenzó a seguirme ante los ojos asombrados de mi madre que me miraba fijamente... Mi hermano, cogió a mamá, y los dos juntos salieron a la calle a pedir auxilio... Después, me sentí muy agotado y me eché nuevamente sobre mi cama, ante los ojos derrotados de mi padre, que sin poder contenerse, rompió a llorar sobre mi cuerpo, pidiéndome perdón, para luego, colocarse la pistola en la boca y dispararse...

Esto del tiempo es algo que nunca entenderé... Ver como la humanidad se preocupa en demasía por sus cosas, tratando que sus vidas encajen dentro de un reloj, como si trataran de encorsetar a sus almas, dándoles formatos tan rústicos, de tal manera que ahorcan su identidad y su libertad... Puedo comprender que aquella arma es de doble filo, y es una de las razones de su eterno sufrimiento. Eso, ahora lo entiendo. Quizás sea gracias a mi madre, a sus pensamientos, a su amor, a su constante recuerdo hacia mi... no lo sé. Haciéndome ser testigo de las maneras tan tontas que tiene la humanidad para encontrar la paz y la felicidad...

Desde aquel trágico momento, nada fue igual para los que quedaron en mi familia... Mi hermano, creció como un muchacho marcado por la tragedia, por lo que no pudo terminar nada bien... Mamá, luego de estar meses y meses en el hospital, y observarse como se había desfigurado su dulce rostro, perdiendo al mismo tiempo uno de sus ojos, le dieron de alta para irse directo a un Hospital para personas alteradas... Triste e indolente, yo, observaba como en su interior deseaba estar muerta, pero el amor por mi hermano la mantuvo viva, pero infeliz... Era muy duro para ella mirarse en el espejo, y ver aquellas marcas en su rostro, aquella oquedad en uno de sus ojos... Fue allí, en que nuevamente sentí aquel mismo impulso para acercarme a ella, y le dije que no la dejaría sola en este mundo, que tenía que volver a sonreír, que la vida nunca es completa, que a través de sus pensamientos, de sus sueños, de su corazón podría estar conmigo siempre...

A partir de ese momento, mamá cambió de estado de ánimo, y, sin complejos comenzó a salir a la calle con un par de lentes oscuros, una pañoleta sobre el cabello y una sonrisa en los labios... Me volví, nuevamente, su compañero, su amigo, pero, todos los vecinos la trataban como una loca, hasta mi hermano la gritaba como demente, pues ella decía que yo estaba a su lado... Ante tanta presión, yo la consolaba, diciéndole que esta vida es así, una constante entrega de ideas y de ensueños, y que la única realidad es la bondad, la amistad... eso, siempre perdura, hasta más allá de la eternidad.

Mamá, cada veintitrés de cada mes, va a visitar la tumba de mi padre... y la mía. Me encanta que lo haga, que nos ponga flores, que nos coloque una vela, que nos obsequie una oración... que nos recuerde siempre hasta que al final de sus días, volvamos a ser, nuevamente, una familia...



JOE 20/02/04
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 7287
  • Fecha: 21-02-2004
  • Categoría: Misterios
  • Media: 6.27
  • Votos: 60
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3451
  • Valoración:
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