Los veía de tarde en tarde irse a jugar por los campos, siempre callados y con esos sombrerazos así como los mexicanos. Un día, uno de ellos se me acercó y me dijo que deseaba ser vaquero, el otro no dijo nada pero su sonrisa decía lo mismo... Pero... ¿si aquí no hay ganado ni caballos ni ovejas? ¿De dónde han sacado esa idea de ser vaqueros?, les dije. Los dos me miraron de frente y ambos, al mismo tiempo, se cogieron de la mano, partiendo a la carrera por la puerta de la casa...
Desde aquella vez no los volví a ver hasta que una tarde salió un aviso en la televisión en donde estaban sus fotos, ya echo personas mayores, anunciando que iban a rodar una película llamada "Los vaqueros". Yo, ya estaba casado, tenía familia completa, así que le dije a toda la familia que deseaba ver a mis dos amigos de la infancia en una película de vaqueros.
Fuimos todos al cine del barrio, pero, extrañamente sólo nos permitían pasar a mi esposa y a mí. Pregunté el por qué, y ellos rieron efusivamente mostrándome una foto de dos muchachos besándose en los labios, tomados de la manito como una hermosa pareja. Entendí el mensaje y, sin decirles nada a mis hijos, nos dimos media vuelta rumbo hacia la casa.
Mientras retornábamos en silencio, uno de mis hijos me dijo que le gustaría ser vaquero. Sobre mi cadáver, le dije... Todos en el auto callaron, menos mis pensamientos, recordando a estos amigos en donde sus sueños se habían hecho realidad ¿Serían felices en verdad? ¿Era, aquella, la realización personal que les donaría la verdadera libertad? Durante todo el viaje me hice muchas más preguntas, pero todas quedaron sin una sola respuesta.
Llegamos a casa, y justo cuando mi mujer y yo estábamos por acostarnos, sonó el teléfono. Era uno de mis amigos vaqueros diciéndome que les gustaría pasar por mi casa para saludar a toda mi familia... Le iba a decir que no pero algo me hizo decirles que sí, que sería todo un honor. Maldije mi pobre fuerza de voluntad, mi complaciente manera de decir sí a todo…
Al día siguiente llegaron ambos amigos, pero, extrañamente venían acompañados por dos hermosas mujeres y muchos niños. Eran sus familiares. Eran vaqueros, pero, además, eran personas que cumplían su rol, su acto, tanto en la vida real como en la vida del cine... Cuando nos despedimos, nos dimos un fuerte abrazo, y mientras me abrazaban sentí que uno de ellos empezaba a cogerme el miembro... Lo empujé, asqueado, y para que nadie en mi familia se diera cuenta de todo, le dije: ¡Eres un vaquero!
San isidro, marzo del 2006