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Verde o blanco

Hoy he abierto la tienda de mis ilusiones. Lo primero que he hecho ha sido colocar un buen escaparate, dicen los entendidos que tras un buen escaparate hay ventas fijas. Junto a la enorme luna del expositor he colocado el objeto de mis pasiones, a su lado, en segundo plano la llave de mis desilusiones, es casi una antigüedad por todos los años que lleva conmigo, un poco más atrás he situado la pecera de los engaños y remantando el entorno he puesto un inmenso árbol, tienes unas extrañas hojas color blanco, yo, desde siempre, sin saber bien porqué lo he llamado el árbol de mis afectos.

Enseguida se han acercado curiosos, mira! decía uno, mirá cómo reluce el objeto de sus pasiones!, ¡qué bonito es!, cuánto costará, si no es mucho yo lo compro, decía una vez decidida a quedarse con él. Ha entrado en la tienda y al ver el precio que tenía tal elemento, lo ha comprado. Ya queda menos, me he dicho mirando los otros tres objetos que quedaban en mi escaparate. Al poco rato ha llegado una familia, el más mayor del clan familiar ha dicho en voz alta, ¿habéis visto esa llave?, qué antigua parece, quedaría bien en la vitrina del salón, junto con el resto de mis antigüedades, entremos todos que voy a preguntar cuánto cuesta ha dicho el anciano. Al entrar y preguntarme yo le he dicho: es la llave de mis desilusiones es un tesoro, lleva muchos años conmigo es cara... no importa, díganos cuánto es y si el precio es razonable nos quedamos con ella. Y así les ha parecido el precio fijado y así han salido con su llave toda la familia de mi tienda. Vamos haciendo buena caja me he dicho con satisfacción. En varios minutos he logrado ver, pegada nariz en el escaparate a una pareja, se han quedado observando la pecera, no hay peces he oido como comentaban, al entrar en la tienda me han dicho: si es una pecera ¿porqué no viene con peces?, yo simplemente he dicho: murieron ya, esta pecera es la de los engaños y todo lo que se deposita en ella no dura mucho. Qué bien ha exclamado uno de ellos, podemos comprarla y meteremos en ella nuestras facturas y deudas, si tiene razón esta buena mujer enseguida nos desaparecerán y ya no tendremos que preocuparnos por esas obligaciones monetarias que tanto nos inquietan. Apenas me ha dado tiempo a explicarles que tal vez eso no suceda nunca, ellos han pagado el precio que figuraba en la etiqueta y han salido contentos con su nueva adquisición, ni tan siquiera han querido que se la envuelva.

Yo he mirado con incredulidad mi escaparate, increible me he dicho, casi todo vendido, apenas queda este árbol, me lo quitarán de las manos es tan grande, llama tanto la atención que enseguida habré vendido todo mi escaparte.

Pero el tiempo fue pasando y las personas que se detenían a mirar el árbol no se decidían, es muy grande decían unos, ¿dónde vamos a meterlo?, otros comentaban, no tenemos jardín y dentro de casa no tiene especio ni luz suficiente, parece enfermo con esas hojas blancas, puede crear bichitos y afectarnos a otras plantas que tenemos bien hermosas... y así las excusas se sucedían, eran tantas y tantas que nadie se lo quedaba.

Cansada y viendo que ya se hacía de noche, iba ya a cerrar la tienda de mis ilusiones creyendo que quitarme ese escaparate por completo ya era imposible cuando acertó a pasar un niño que mirando el árbol me dijo: ¿cuánto pide?, yo mrándole y viendo que abultaba menos que mi arbol, le he dicho con gesto rápido y sin hacerle mucho caso, es un árbol muy grande, no podrías ni llevártelo, no es para ti, es para alguien más curtido, más maduro, con más fortaleza... pero el de nuevo ha insistido ¿cuánto pide?. Yo, asombrada por la insistencia le he dicho un precio desorbitado, creyendo que así se marcharía y olvidaría su afán, pero cual ha sido mi sorpresa al ver que el niño me decía, ok, ¿lo quiere en dinero? sino le puedo entregar un cheque... En, en metálico mejor... si lo tienes en metálico es mejor, he acertado a decir como si estuviera haciendo una transacion económica con un fantasma. El ha sacado un fajo de billetes y los ha puesto en mi mano diciendo: puede contarlo.
No, no hace falta, le he respondido, ¿y cómo piensas llevártelo?, he añadido mientras miraba el árbol, luego al niño, luego al fajo del billetes y de nuevo el árbol...
Ah, no se preocupe me ha dicho el pequeño, enseguida vendrán a por él con un camión, no se preocupe. Mientras el niño se quedaba delante del escaparate mirando su compra yo, un poco aturdida me he acercado a el, imposible evitar preguntarle: oye, perdóname pero es que me tienes muy sorprendida, podría hacerte una pregunta, le he dicho.
Sí, digame, ¿que desea saber?
¿porqué quieres ese árbol?, he acertado a decir en una alarde de originalidad...
Es sencillo, me ha dicho el niño. Este es el árbol de los afectos, hace muchos años lo perdí, alguién se lo llevo del jardín cuando apenas lo había plantado, al verlo ahora tras el cristal lo he reconocido y puesto que usted ha decidido venderlo yo se lo compro, no es más. Mis papás siempre me están comprando y llenando de caprichos y cosas tontas así que cuando lo he visto he sabido que por fin iba a emplear el dinero en algo útil... en recuperar un tesoro
Pero, he dicho con incertidumbre... el árbol de mis afectos un tesoro?, yo no veo ningún tesoro, solo me ha traido disgustos, por eso yo quería deshacerme de él.
No, qué tontería!!, me ha dicho el niño como si le estuviera insultando, este árbol, vale mucho... es un enorme tesoro...
Pues, no sabía yo que valía tanto...

Y mientras terminaba de decir esa frase han llegado a la tienda unos fornidos hombres,
Es que no te has fijado, has visto esas pequeñas hojas blancas que tiene? me ha dicho el niño como si me estuviera instruyendo...
Sí, ya sé cuales dices, desde hace mucho tiempo están así y nunca he sabido porqué cambiaron un día su color ¿porqué son así?
Verás, Son tus lágrimas, por cada lágrima derramada por amor este árbol las ha ido convirtiendo en hojas de color blanco... has llorado tanto que es lógico que este árbol ahora valga una fortuna, mucho más de lo que te he pagado... y ahora yo... que lo he comprado quiero regalárselo a la persona a la que le pertenece, la que nunca debió menospreciarlo...
Y diciendo esto salió detrás de los fornidos hombres un pequeño niño todo orgulloso con su compra.

La mujer se quedó pensativa, al ver salir su árbol no sabía bien cómo interpretar sus palabras, observó cómo cargaban el blanquecino árbol en un camión y se alejaban ya calla abajo.
La señora se volvió entonces hacia su tienda que se había quedado completamente vacía, unos viejos trapos arrugados indicaban que allí había habido objetos pesados y los surcos de polvo blanco en el suelo marcaban en lugar de una gran maceta. La mujer no quiso seguir pensanda y apagando las luces cerró la puerta definitivamente de la tienda de sus ilusiones, giró la llave y giró con ella sus pasos hacia una nueva vida.

Se acercaba a su casa y sin embargo, a pesar de sus decisiones, caminaba triste, no podía olvidar a aquel niño, aquella imagen de su árbol, cuando se llevaron los otros objetos apenas reparó en las personas que ahora eran sus dueños pero aquel niño... aquel niño se le había quedado grabado en su pensamiento.

Al llegar a casa cual no fue su sorpresa al ver su enorme árbol plantado en medio de su jardín. Pero... pero, pero ¿qué es esto? se preguntó sorprendida y por respuesta halló junto a ella al pequeño niño que le decía: es tu árbol, he venido a devolvertelo, hace un tiempo lo perdiste. Pero, dijo la mujer confundida, yo quería venderlo, no que me lo regalaras, me has pagado dinero, no entiendo, no quiero ese árbol en mi jardín, verlo... me hace daño, es mejor que te lo lleves, con el dinero que me has pagado voy a renovar mi casa y a comprar un árbol más bonito, uno que sea verde, como son todos los árboles. Este es blanquecino, no me gusta...

Pero el niño, después de escuchar a la mujer sin hacerle caso a su deseo cogió una de las ramás del árbol la más vigorosa, la que estaban más apegada y sin mediar palabra agitó la rama con rapidez, con suavidad pero con contundencia, con fortaleza, con ganas.
Comenzaron entonces a caer del árbol finas gotas blancas que espolvorearon todo el cesped, cubriendo en segundos la hierba de un manto blanquecino.
Aquí tienes tu árbol, dijo el niño después de agitar varias veces las ramas. Tu árbol siempre ha tenido las hojas verdes es solo que tú las veías blancas por todo lo llorado, así que para verlo bonito otra vez solo había que sacudirle... el llanto.

La mujer se quedó mirando su árbol, de fuertes hojas, de grandes ramas, su árbol se mostraba majestuoso, firmemente plantado, frondosamente esculpido en verde... sonrió, comprendió y sonrió, es bonito mi árbol se dijo mientras abrazando al pequeño le decía: gracias niño por regalármelo, por cierto ¿quien eres?. Soy el Amor respondió el niño y diciendo esto, sacando unas pequeñas alas que traia escondidas en sus espalda, se elevó y se alejó volando de forma natural. Y ya sabes, se oyó como voz desde el cielo... !cuida tu árbol!, espero no tener que volver a regalártelo...

Sí, gracias... ah, ¿ qué hago con el dinerooo???,dijo la mujer acordándose de pronto de aquel fajo de billete y preguntando al aire imaginando no obtener ya respuesta del cielo...
COmpra un terreno más grande, respondieron las nubes entre ecos algodonados... tu árbol tiene raices muy bien asentadas, muy grandes... y sigue creciendo... necesitarás más espacio.

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Nota de autor: Os habéis fijado alguna vez en un niño pequeño llorando desconsoladamente por algo y en breves instantes detiene su llanto con cualquier gracia, con cualquier broma o detalle?, habéis visto la rapidez con que lo hace?, con qué facilidad puede volver a sonreir de forma entregada con los ojos totalmente enrramados por su disgusto infantil?. ¿os habéis dado cuenta de que no siente vergüenza por cambiar de estado con tanta rapidez? Los adultos ya no hacemos algo así, verdad? no quedaría serio pasar del llanto a la risa solo por sentir un detalle de afecto...
Pero esa humildad en los niños es tan bonita, es tan sana, que ojalá hubiera siempre un niño en nosotros para indicarnos... cuando somos demasiado altivos para sonreir por un simple detalle de cariño, cuando debemos ser más humildes y sacudir con confianza el blanco de nuestro árbol.

Ojalá un gesto niño nos ayudara a cambiar a los adultos, así porqué sí, el color de un árbol.
Datos del Cuento
  • Categoría: Educativos
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