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Vestido para la ocasión

"No quiero que me vean desnuda. Creerían que existo"

Sandra Uribe Pérez.


John Dress, a diferencia de la mayoría de gringos, es un hombre que gusta de vestir bien. Y ese viernes, en particular, se esmeró en su arreglo personal. La cita amorosa de la tarde le brindaría una buena oportunidad de lucir atractivo y causar una grata impresión.

Ya listo, se miró de pies a cabeza en el espejo y pensó: "A menos que este espejo mienta (y lo dijo más con ironía que con duda), hoy estoy muy guapo". Acto seguido abrió la puerta y bajó las escaleras rumbo a la oficina.

Tan pronto como salió a la calle comenzó a ver que todas las personas iban desnudas; al parecer, sin notarlo y sin darle alguna importancia.

John Dress se sintió turbado y no sabía qué pensar. Desconcertado se acercó al portero del edificio y le preguntó:
-Señor Cortez, ¿qué hace usted también desnudo? ¿Qué está pasando con todo el mundo hoy? ¿Es que se han vuelto locos?
Éste, perplejo e incómodo, le contestó:
-No, mister Dress. ¿Qué dice usted? ¿Acaso no ve que estoy vestido? -Y, mirándolo con inocencia, afirmó-: Quien está desnudo es usted. ¿Qué le sucede?

John Dress lo miró como si no le hubiera entendido y, sin decirle nada, se dirigió hacia el vendedor de periódicos de la esquina. Le hizo el mismo reparo que al portero y con sorpresa volvió a escuchar similar respuesta:
-Mister, gringo. Es usted el que viene desnudo. ¿Qué clase de nueva moda quiere imponer? -le dijo en tono burlón.

John Dress parecía confundido. Sin pensarlo más regresó a la pensión y subió con rapidez a su habitación. Entró corriendo y fue directo al espejo. Se miró. No cabía duda de que estaba realmente vestido. El traje color café con listas amarillas y azules que se cruzan formando cuadros simétricos y espaciados, la camisa amarilla clara, la corbata marrón con flores azules y moradas, el blue jean azul..., lo atestiguaban. "Pero, ¿qué rayos sucedía entonces allá afuera?", se preguntó. Se sentía inseguro. Volteó de nuevo hacia el espejo y se miró. Sin pensarlo, arregló el nudo de la corbata ligeramente torcido. Por un momento vaciló y no supo en cuál realidad ubicarse: su propia realidad o la aparente realidad de los demás. No obstante, al final, tomó una decisión...

Se arregló sin mirarse al espejo. Cuando estuvo listo salió a la calle. Al pasar por el lado del portero, éste le dijo:
-¡Hey! Mister, qué bonito traje se ha puesto usted hoy.
-Gracias -respondió serio John Dress, apurando el paso y sin voltear siquiera a mirarlo.



Bogotá, Septiembre de 1.996
Datos del Cuento
  • Categoría: Urbanos
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