~Es mi costumbre viajar sola, pero el verano pasado elegí ir a España con un grupo de estudiantes. La escuela que organizaba los viajes de estudio me pareció muy seria y todas las informaciones que pude reunir sobre su organización me dio seguridad. No tenía que elegir una de las numerosas destinaciones que la escuela me ofrecía.

Había estudiado español por seis meses y me sentía preparada para disfrutar de lo que había aprendido, comunicando con la gente y confrontándome con diferentes situaciones en un país extranjero. El entusiasmo me hizo olvidar la razón por la cual, en el curso de los últimos años, nunca había aceptado ir de vacaciones con mis amigos o mi familia.
Entonces, sin pensar (¡a veces pienso de más y a veces no pienso bastante!), me hallé en el aeropuerto de Malpensa en Milán esperando mi vuelo. Mientras observaba a los pasajeros, vi a una mujer que tenía en sus manos un cartel que decía: Escuela Don Carlos Hayez – Destino Madrid. Sonriendo me acerqué de ella, pero mi sonrisa se murió sobre mis labios: alrededor de ella había diez o doce niños, cada uno con su pequeña maleta y con un gorro amarillo en la cabeza. ¡No podía ser, aquellos eran mi compañeros de viaje... y de clase!....
Me pareció que los gritos y las risas de los niños se hacían aún mas fuertes, casi insoportables... De prisa salí del aeropuerto, y tomé un taxi para volver a casa.

¿Qué estaba haciendo? Sin duda estaba perdiendo mi dinero, pero no habría desperdiciado también mi tiempo y mi paz.

Cuando estuve en casa, empecé a deshacer mi maleta, tomé una buena ducha y me quedé así, esperando que la oscuridad de la tarde me diera tranquilidad. Después de toda la confusión de la mañana, estaba de nuevo sola, en mi pequeño estudio y en silencio, bueno, en silencio no. El ronroneo de mi ordenador, siempre conmigo, me aseguraba mi conexión permanente con el mundo y con Juan que esperaba mi respuesta, la que yo aún no le había dado. Ir de vacaciones con él.......