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Viaje al pasado

Diego tenía muchas ganas de probar el pastel de chocolate que su mamá estaba preparando para la fiesta de cumpleaños de tío Pedro. Tío Pedro era el tío favorito de Diego. 

Tío Pedro era un tipo muy peculiar. Se pasaba el día encerrado en un viejo pajar al que llamaba su superlaboratorio ultrasecreto. Nadie sabía muy bien qué hacía allí, aunque era mejor no entrar, por si acaso. Por lo que se podía oír, ver e incluso oler desde fuera en aquel lugar podía pasar cualquier cosa.

-Diego, deja de merodear por aquí -dijo mamá-. No vas a probar la tarta hasta mañana. 

Pero a Diego eso de esperar no le hacía ninguna gracia, así que, cuando su madre se fue de la cocina, Diego aprovechó para colarse y abrir la nevera.

-¡Vaya, qué alta está la tarta! -pensó Diego-. Tendré que usar algo para subirme.

Diego cogió una silla y se subió a ella para poder llegar con el dedo y untarlo de chocolate. Pero justo cuando iba a tocar la tarta, la silla se cerró. Del susto Diego se agarró con las dos manos a la tarta. Eso no evitó que se cayera al suelo… con tarta y todo.

-¡Oh, no! -se lamentó Diego-. ¿Qué voy a hacer ahora?

En ese momento entró tío Pedro en la cocina.

-¿Qué ha pasado aquí? -preguntó. 

Diego le contó lo que había hecho, entre llantos y lamentos.

-Tengo justo lo que necesitas -dijo tío Pedro-. La verdad, no sé si funcionará, pero esta me parece la ocasión perfecta para probar mi nuevo invento.

-Esto solo se arregla rebobinando la historia -dijo Diego.

-Eso es justo lo que vamos a hacer -dijo tío Pedro-. Vamos a volver al pasado.

-Eso es imposible, tío Pedro -dijo Diego.

-Bueno, si no lo probamos nunca sabremos si funciona -dijo tío Pedro.

Los dos fueron al superlaboratorio. Tío Pedro estaba ansioso por probar la máquina del tiempo que había fabricado.

-Esto funciona así, o al menos eso creo -dijo tío Pedro-. Siéntate en la máquina, mírate en el espejo y gira el volante hacia la izquierda, justo hasta el momento en que decides abrir la nevera. Cuando llegues ahí cierra los ojos e imagina lo que deberías haber hecho.

-¿Coger una silla que no sea plegable para que no se me cierre? -preguntó Diego.

Tío Pedro miró con gesto torcido a su sobrino.

-Vale, vale, ya lo pillo -dijo Diego-. Nada de abrir la nevera para intentar probar la tarta.

-Es eso, Diego -dijo tío Pedro-. En vez de coger la silla ven aquí y siéntate donde estas ahora. Cuando estés sentado mírate en el espejo. No se verá nada, porque el espejo no refleja el pasado ni el futuro, solo el presente. Entonces, gira el volante hacia la derecha hasta que te veas. Así sabrás que has regresado y que todo está arreglado.

-¡Jo, tío Pedro, qué listo eres! ¡Esto mola! -dijo Diego.

-Ya, ya, de acuerdo. Pero súbete y empieza antes de que venga tu madre, que si nos pilla entonces no habrá nada que hacer.

Diego hizo lo que su tío le dijo. En cuestión de cinco minutos se bajó de la máquina.

-Creo que esto ya está -dijo Diego-. ¿Cómo lo comprobamos?

-Vamos a ver la nevera -dijo tío Pedro.

Diego y tío Pedro fueron a la cocina, pero justo cuando abrían la nevera llegó mamá.

-Si le ponéis un dedo a la tarta se suspenderá la fiesta -dijo mamá.

-Tranquila, mamá, solo comprobábamos que nadie había estropeado tu fantástico trabajo -dijo Diego, mientras salía de la cocina con su tío de la mano.

Cuando estuvieron fuera, el niño dijo:

-Ha funcionado. Muchas gracias, tío Pedro, te debo una.

-No hay de qué, Diego. Pero procura no volver a desobedecer a tu madre. Puede que la próxima vez no tenga arreglo.

-No te preocupes. Te lo prometo.

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