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Viaje al planeta Flint

David era un niño muy curioso que tenía un telescopio. A David le encantaba observar las estrellas y estaba convencido de que en algún lugar más allá del planeta Tierra había vida extraterrestre. 

Todas las noches David miraba el firmamento con la esperanza de descubrir algo nuevo. Una de esas noches David creyó ver a unos pequeños seres extraterrestres haciendo señas desde un planeta lejano. David pensó que estaba alucinando debido al cansancio y se acostó. 

Al día siguiente, por la noche, cuando David volvió a mirar por su telescopio, vio otra vez aquellos curiosos seres. Eran tres seres de color pastel, uno azul, otro amarillo y otro rosa. Tenían dos piernas y dos brazos, además de dos cuernos acabados en una bola. Parecían tres muñecos de peluche sobre una enorme roca negra.

David decidió hacer señas también, por si le veían. Y le vieron. En cuando David alzó las manos para saludar, los tres seres se subieron a un cohete y fueron derechos a la ventana de David.

-Hola, amigo terrícola -dijo el extraterrestre azul.

-¡Por las lentes de Galileo! ¡Habláis mi idioma! -dijo David.

-Llevamos tiempo observando este planeta y hemos aprendido tu idioma -dijo el extraterrestre amarillo-. Necesitamos ayuda.

-Tal vez deberías recurrir a la NASA o algo así -dijo David-. Yo soy solo un niño.

-¿Qué creen que harían con nosotros los de la NASA si nos descubrieran? -dijo el extraterrestre rosa.

-No lo sé -dijo David.

-Nos meterían en una urna y nos estudiarían a fondo -dijo el extrarrestre rosa.

-Nosotros necesitamos ayuda -dijo el extraterrestre azul-. Venimos del planeta Flint, un mundo muy lejano en el que apenas queda oxígeno para vivir. Solo nosotros hemos sido capaces de adaptarnos.

-¿Cómo es vuestro mundo? -preguntó David.

-El planeta Flint es una inmensa roca -dijo el extraterrestre amarillo-. Extraemos el agua del interior del planeta y el sol calienta tanto que tenemos que vivir en cuevas durante el día.

-¿No tenéis árboles ni plantas? -preguntó David.

-Hace miles de años nuestro planeta era completamente verde, pero nuestros antepasados arrasaron con todo y el planeta se secó -dijo el extraterrestre rosa.

-Os daré semillas y plantas para que en vuestro planeta crezcan flores, arbustos y árboles-dijo David-. Eso os ayudará a tener más oxígeno. Y cuando los árboles crezcan tendréis sombra para protegeros del sol.

-Pero no sabemos cómo hacerlo -dijo el extraterrestre azul.

-Yo os acompañaré -dijo David. 

-Tampoco tenemos tierra donde plantar la semillas -dijo el extraterrestre amarillo.

-Cargaremos un buen montón de tierra en vuestro cohete -dijo David-. Lo preparé todo y mañana nos iremos.

David preparó las semillas, cogió esquejes de flores y algunos plantones y preparó muchos sacos de tierra. También cogió herramientas de jardinería. Esa misma noche se montó en el cohete de sus nuevos amigos y puso rumbo al planeta Flint. 

-¡Este cohete es rapidísimo! -dijo David-. Y es enorme por dentro. Por fuera parece diminuto.

-Nuestra tecnología es muy avanzada -dijo el extraterrestre rosa-, pero no tanto como para ser capaces de crear oxígeno sin plantas.

David, ataviado con un traje espacial para poder respirar, ayudó a los extraterrestres a extender la tierra y a plantar las semillas, esquejes y plantones que habían llevado hasta allí. Cuando acabaron, David volvió a casa acompañado de sus nuevos amigos.

-Gracias, amigo terrícola -dijo el extraterrestre azul-. Nos has salvado.
-Volved a buscadme siempre que lo necesitéis -dijo David-. Hasta pronto.

David siguió mirando por su telescopio para ver qué tal se les daba a sus nuevos amigos el cuidado de las plantas, pero durante mucho tiempo no consiguió verlos. 

Meses después, David encontró una curiosa planta de hojas amarillas, azules y rosas en su ventana con una nota que decía: “Así de bonitas son las plantas del planeta Flint gracias a ti”.

Esa misma noche David vio a sus amigos saludando desde su planeta, que ahora era de colores. Escrita con flores y plantas en un marco de árboles David pude leer la palabra GRACIAS.

David no volvió a ver a sus amigos del planeta Flint, que se tenían que esconder de los terrícolas para que no les descubrieran. Aunque de vez en cuando encuentra alguna planta rara o alguna flor extraña en su ventana. Entonces, David grita desde la ventana:

-Veo que estáis bien, amigos. Gracias por el regalo.

Entonces, un destello de colores pastel ilumina el cielo durante un segundo. David sonríe y se va a dormir satisfecho por haber ayudado a salvar un mundo lejano y esperando poder hacer algún día algo parecido por su propio planeta.

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