Y eso es lo que siento cuando escribo, libertad. Hace mucho tiempo encontré en la puerta de mi casa una paloma que no deseaba volar, sus plumas eran de color gris, su cuello parecía agotado como esas rosas con el tallo sin sol ni agua... Cogí un pedazo de cartón y traté de levantarla. Lo conseguí y la llevé a lo más alto de un árbol, luego, esperé por horas... pero ella nada de nada, cerraba una que otra vez sus ojos y se echaba como esas ancianas africanas esperando la muerte bajo el dolor de su cuerpo y la sombra de un árbol.
Agotado por la espera, me fui a mi casa, y en la puerta encontré nuevamente a la misma paloma que con sus ojos parecía estar esperándome. Esta vez no le hice caso, pasé por su encima, y ella, despegó como si el viento la hubiese tragado. Fue bello verla volar llena de miedo, o algo parecido, pero algo que jamás pude entender, pero si envidiar.
Y ahora que escribo me siento como esa paloma que busca consuelo hacia algo incomprensible, sin poder ni saber encontrarla mas que en sus íntimos sentimientos.
Mi viaje es bello, simple y nuevo. Veo aves que sin alas ni plumas viajan más allá del pensamiento. Veo cadenas rotas bajo la sombra de sus plumas. Veo tantas cosas ahora mientras siento que vivo escribiendo, mientras siento que si no es que estoy muriendo como esa paloma gris en la puerta de mi casa…
San isidro, marzo del 2006