Estoy frente de dios, y no tengo nada que decir… Nos miramos las caras casi por una eternidad cuando florece un deseo, un anhelo, y es la flor más bella de todo jardín... Bajo el rostro, cierro los ojos y suspiro por una eternidad, y sueño en vivir en la carne, beber y sentir de su sed, correr creyendo ir en busca de la libertad, y siento el aliento rebelde a través de todo mi ser, y lloro, y sufro, y soy feliz como todas las criaturas que se mueven por el éter, el cielo, las estrellas, la tierra, la luna, el mar…
Ante aquel fluido sentimiento, elevo el rostro, y aún con los ojos cerrados aprecio la estampa de un nuevo amanecer, del loar de infinitas aves… Abro los ojos y vivo, respiro, y siento el aliento tras aliento por la primera vez y empiezo a caminar a través de un valle de engreídos colores de plantas y flores, de animales pequeños y grandes, de aves que vuelan y caminan, de insectos que se elevan y se arrastran, y todos con forma y movimiento antojadizo… De pronto, a lo lejos, escucho un coro de niños, presiento el susurro del aliento fluyendo a través de los altos picos y de los robustos árboles. Todo es movimiento y siento que todo debo observarlo, como si fuera a grabarlo en el baúl de mi alma, tratando de recordar el lugar del cual salí, y desperté…
Camino y camino hasta llegar a una montaña, la más alta de todas... Me siento un enano ante su imagen y decido conocerla, escalarla, subir a su cima y sentir que soy más grande que ella. Y cuando llego a su cresta me sosiego. Y como un dios observo todo su reino. A lo lejos observo un lago apacible en donde todo se vuelve duplicado. Me le acerco con cautela, y le miro, y me veo…
¡Qué horror! Es el rostro de dios… Y no puedo soportarlo, es demasiado brillante que me siento atraído como si fuera una parte, un pedazo, una nada… Ante él, no entiendo nada, me ciego totalmente, y huyo como si pudiera ocultarme del sol... Me agoto de tanto trotar, e impotente ante mi esfuerzo, me dejo caer un momento sobre un puñado de tierra, quedándome totalmente dormido y sueño otra vez, y sueño con un ser tan especial y tan diferente, mitad dios y mitad demonio. Despierto asustado y presiento una nueva presencia, una extraña compañía. Me levanto y ante mis ojos veo una imagen que no es la mía ni la del dios. La miro y, mas calmo, me acerco. Me sonríe y me arriesgo. Le pido que me sigua, le extiendo la mano y ella me observa con aire suficiente. Se da media vuelta y yo, empiezo a dudar en seguirle pues va hacia lugares en donde jamás mis pies han pisado ni desearían pisar. Es mi opuesto, es fría y de colores pálidos, presiento que sueño, que anhelo despertar, pero no puedo, no puedo… Me veo caminar a su lado, no cerca ni lejos pero sí paralelo…
Lima, febrero del 2005.