Eran casi las seis de la tarde, cuando aquella joven mujer caminaba a visitar el santuario. La iglesia estaba totalmente llena cuando entró, llamando la atención de los feligreses que se congregaban esa tarde de jueves, pues ya la misa había empezado. Hacia días que llevaba planeando visitarle, sin tener un plan previsto sus pasos la llevaron a ese lugar. Aquella era la primera vez en 10 años que pisaba nuevamente una iglesia, era una iglesia que ella escogió no por bonita, sino por pura casualidad, aunque bien dicen que las casualidades no existen, quedaba cerca de su trabajo y fue lo más cercano que encontró.

Se dirigió directamente al santuario, pudo ver al derredor una que otra señora postrada de rodillas pidiendo con fervor, ó tal vez agradeciendo, hace mucho había leído por ahí que no solo se debe pedir…sintió vergüenza de haber retardado su visita, sintió en su pecho una explosión de emociones, algo se rompía en pedazos por dentro, se rindió ante aquella sensación de compasión que le llenaba el pecho…dobló sus rodillas y también su alma rebelde, que por tanto tiempo había buscado respuestas en muchos otros lugares, el yoga ,la magia, la reencarnación y toda teoría de existencialismo nueva y novedosa. Sin embargo estaba allí reencontrándose con su fe…

Recordó que antes de los 15 era una devota fiel de la virgen María hasta fue miembro activo de su legión, había pasado tanto tiempo, que a penas percibía vagos recuerdos en su memoria. Paso el tiempo y entre la compasión y el llanto que no cesaba, encontró la paz que tanto buscaba. Esa noche era la primera de muchas que no estaba dispuesta a perderse, la noche del reencuentro con nuestro señor, quien la acogió con los brazos abiertos, cerrando el abismo que había en su corazón y toda la oscuridad que en ella habitaba salió por medio de un torrente de lágrimas, haciéndola una mujer nueva y renovada.