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Vitoria-Gasteiz, nuestra casa

Cincuenta mil personas se agolpan en una plaza, en las manos puros y botellas de cava, y arriba un cable que cruza el cielo de lado a lado, desde San Miguel hasta una lejana fachada. Hoy es 4 de agosto y a las 18:00 Celedón hace su entrada, con su paraguas negro y blanco sujeto al cable, se aleja de la balconada. Al final llega a un balcón, y en su lugar sale un sonriente blusa, sobre su cabeza la bandera de Vitoria, su objetivo: la balconada.
Allí va Gure Zeledon, atravesando la marea humana, a lo lejos tras un cristal, La Blanca y su hijo le aguardan. Cuando llega toma aliento, y saluda a las autoridades, después mira a la muchedumbre y exclama ¡Gora Gasteiz! eta ¡Gora Andra Mari Zuriaren Jaiak!.
Así comienzan las fiestas de Vitoria, la plaza fuerte de la llanada, sobre una colina que lo domina todo, y donde los Visigodos vieron provecho. Gasteiz es buen testigo de la Historia, que lo diga el rey Sancho, o el pequeño corso que aquí vivió y fue derrotado, Napoleón Bonaparte se llamaba. Gran batalla la de Vitoria, la de Wellington y los vascos, tan grande que un monumento descansa justo ante la Virgen Blanca. Y más allá de la plaza, los Arquillos y la Cuesta de San Francisco, un poco más adelante el Casco Medieval, con restos de muralla y calles gremiales en forma de nuez, antaño herrerías, correrías y demás, hoy pubes y discobares.
Arriba, en la cima de la parte vieja, El Campillo y la Catedral de Santa María, a la que le han puesto un burkha por estar en obras, desde lejos bien se ve. Cuesta abajo hacia el Parque del Norte, cerca del cual está mi casa, el viejo Portalón que recibía a propios y extraños, se encara al coqueto Museo de Arqueología, bastión de la Cuchillería. Adéntrate por esta calle, y no salgas sin txikitear, o tomarte un patxaran hecho en casa, pues en pocos sitios lo encontrarás. El hermano pequeño del Guggenheim, el Artium, descansa sobre la tumba de la vieja estación de autobuses, si te gusta el arte moderno entra, y sino a la Pista de Hielo.
A la derecha de la acogedora plaza del Artium, la calle Francia se extiende, es el comienzo de la zona comercial, después le sigue La Paz. ¿Cuál es el colmo de Vitoria-Gasteiz?, que la cárcel esté en la calle La Paz, al menos antes estaba, porque ahora allí se levanta el Corte Inglés, y enfrente el primer C.C. de Gasteiz, la pequeña Dendaraba. Si seguimos de frente acabaremos en el Campus, donde reposa el recuerdo de Fernando Buesa, y si viramos a la derecha en la Plaza de los Fueros de Chillida, Correos y Plaza de España, ya hemos vuelto al principio, porque al otro lado del Ayuntamiento aparece otra vez la Blanca.
La calle de las Siervas de Jesús, coronada por la Diputación y las ruinas del antiguo monasterio, une la Virgen Blanca con Aldabe, cerquita de Doña Otxanda. Al principio tiene el Museo de Ciencias Naturales, al final el monumento llamado "Coño", que enfila la Florida, el parque afrancesado. Es en la Florida donde se halla el Parlamento de los vascos, y la que conduce, entre querubines y árboles catalogados, hacia el palacio del Lehendakari, Ajuria Enea. Es la Florida parque refinado por los reyes que le sobraron a Carlos III, por su Casa de Cultura y por el hermoso Belén de grandes figuras que cada año, dominadas por el impasible quiosco de música, alegra a grandes y pequeños.
Por esta senda se llega al Museo de Armería, que comparte pared con Ajuria Enea, y también al de Bellas Artes, precioso palacio, blanco como el fraile.
Fray Francisco de Vitoria, que preside la encrucijada de Mendizorrotza, baluarte del Deportivo Alavés y de los deportistas vitorianos, y antesala de las santas campas de Armentia, y del Parque del Prado, la punta de flecha de la larguísima Avenida Gasteiz que culmina esplendorosa en la Plaza de la Constitución, en el Conservatorio de música, y casi en el Gobierno Vasco.
Cerca queda de aquí el cementerio urbano, y la tristemente célebre iglesia del 3 de Marzo, pero aléjate de ellos porque Vitoria es verde, alegre y coqueta, y la vida es bella. Si te gusta el baloncesto en Zurbano está el Fernando Buesa Arena, un poco más allá del C.C. el Boulevard, y de la huella del segundo scalextric de España, y si te gusta la pelota, pasa por Mendizabala y su monte de la Tortilla y acércate al Ogueta, en Mendizorrotza. O si no al parque de la Catedral Nueva, entre la Avenida y la Virgen Blanca, donde ya toman el sol el hipopótamo y el cocodrilo de hierro, y pronto lo hará el tiovivo.
Es una ciudad pequeña, como se ve desde la Cruz de Olárizu, el mirador de Vitoria, una ciudad coronada entre su verdor infinito por cuatro torres, cuatro estandartes que recuerdan la gloria imperecedera de esta vieja plaza de Gasteiz que pasó a llamarse Nueva Victoria y ahora es Vitoria-Gasteiz, y nosotros, como vitorianos y vitorianas orgullosos de nuestra casa, emulando a aquél que ante el machete, en la plaza que hay detrás de la Virgen, juró defender con honor a la villa, hemos de lanzar al cielo un grito atronador con esas dos palabras que tanto queremos, ¡Viva Vitoria!, ¡Gora Gasteiz!.
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