Los fríos vientos del norte aun acarreaban aromas de copal y de incienso que ardían en el sahumador en lo alto del Cerro del Tepeyac en la Ayuanna consagrada a la Diosa Chantico, la diosa de los volcanes y el fuego.


Los sacerdotes esperaban la luna nueva y quemaban durante los dos primeros días del mes Hueypachtli en honor y recuerdo de los que nos antecedieron.
Los pétalos del Cempaxúchitl, ya secos eran levantados del suelo por el mismo viento y cambiaban a capricho la ámbar alfombra que ellos formaban.
Todo el valle se llenaba de esos aromas y toda actividad se detenía; no audiencias, no juegos, no escuela, no cacería, no trabajo de la tierra, no recolección de verduras en chinampa, no guerras. Las hornillas de los braceros solo mantenían las blancas cenizas. En la cocina de la casa no guisaba y el día Matlactliomei Océlotl del año Ce Tochtli toda actividad cesaba y todos por igual se dedicaban a recordar con beneplácito a los que ahora habitaban en otro nivel.
Al tercer día de la Luna Nueva todo volvía a la normalidad aunque ese ambiente se sentía hasta la llegada de la Luna Llena. El día Ce Tochtli del año Ce Tochtli, cuando el sol estaba en todo lo alto se dejó escuchar el primer llanto de un nuevo ser, su madre alcanzó a escuchar a la matrona encargada de hacerla de partera, el momento en que se dirigió al sacerdote, entregándole el producto le dijo;
- Es una niña.
El sacerdote la levanto sobre sus hombros y la ofreció a Tezcatlipoca: Señor del Norte, "Espejo negro por el humo" o "Espejo humeante", el señor del cielo y de la tierra, fuente de vida, tutela y amparo del hombre, origen del poder y la felicidad, dueño de las batallas, omnipresente, fuerte e invisible. Y repitió el ritual a los otros puntos cardinales.
En ese momento sucumbió al supremo esfuerzo de dar vida se hundió en un profundo sueño que a la postre sería un corto periodo reparador.
El sacerdote sonrió al examinar a la bebita; morena al tono orgulloso nato de la orgullosa raza azteca, dos bracitos, dos piernitas, cinco dedos en cada manita, cinco dedos en cada piecito. Sonrió aun más cuando a pesar de que no abrió sus ojitos. Intuyó que sería poseedora de una hermosa mirada y un fuerte carácter.
- Te llamarás IMACATLEZOHTZIN que quiere decir; la que ofrece mucho cariño
Esto sucedía en el Barrio de Tlacopan al poniente del Valle.
Meses antes en el Barrio de Tlatelolco sucedió algo parecido, cuatro ciclos lunares antes nació un niño.
El rito se repetía a cada alumbramiento. En esa ocasión la sonrisa del sacerdote presagió a un varón fuerte en carácter y en lo físico, guerrero defensor de sus ideales y predestinado a luchar hasta alcanzar sus metas con altas probabilidades de llegar a convertirse en un TEPOCHTLI o sea, joven guerrero, probablemente su único problema se presentaría al inicio del ciclo frío.
- Te llamarás NECUCYAOTL, que quiere decir guerrero por ambos lados.
Se escuchó decir al sacerdote después de cumplir con el ofrecimiento a los Dioses.
Siendo ambos hijos de familia perteneciente a la casta trabajadora fueron asignados por separados a Temachtikalis separadas.



El destino lo marcaba a Él para ser efectivamente en un aguerrido luchador. Ella desde temprana edad mostró dotes organizativas y no tardo en destacarse al liderar a su grupo sin distraer demasiado tiempo a fin de cumplir con las tareas encomendadas en cuanto a la ilustración en hojas de mate que formarían parte de Códices, testigos de la historia, su historia.
La tradición marcaba que al paso a la adolescencia tendría verificativo una ceremonia que marcaría en inicio de su futura vida. Dos grandes temazcales eran el primer paso de purificación, los niños y las niñas por separado. Al término eran ataviados con albas túnicas de algodón, a las niñas se les engalanaba, además con pictóricas diademas del mismo material, tejidas y bordadas con técnica sin par y a los niños se les colocaba un brazalete de cobre que conforme a sus personales avances se cambiaría a plata y a la terminación de su instrucción marcial finalmente sería de oro.
La ceremonia invertía desde los primeros rayos del sol hasta el medio día, hora en la cual eran convocados mediante tres largos toques con el caracol a departir los alimentos que fueron preparados en el talcualcalli de las familias de ellos.



Este pasaje marcaba el primer encuentro entre niñas y niños y al desenlace de la comilona y como colofón eran convocados para jugar en los amplios jardines del Tlatoani.
Ahí fue su primer encuentro. . .y su primera separación.
El sino de ella la llevó a ser responsable de reunir toda la información no solo de los aztecas sino que inclusive de pueblos muy alejados; Seris, Navajos, Apaches, Mayas, Zapotecas y hasta Siouxs.
El destino le deparó a Él librar violentas batallas, algunas de conquista aunque otras apaciguadoras. Su valentía lo distinguió al grado que llegó a ser ¡Caballero Águila! Al igual que su padre había sido honrado con el mismo grado.


Se sucedieron veinte ciclos agrícolas y coincidentemente las huestes guerreras
Que regresaban de tierras tlaxcaltecas, pernoctó en las cercanías de los volcanes.
Otra partida de índole totalmente diferente regresaba de Nepantla. Ambos grupos convergieron a la entrada al tianquiztli de Ameca-Ameca,



cada uno de ellos a la cabeza de su propio conjunto. Caminaron con paso firme se acercaron, la mirada clavada en los ojos de cada quien, no parpadeaban siquiera. Se detuvieron a solo dos palmos, uno frente al otro, no con actitud desafiante. Cada uno pensó.
- Yo te conozco.
Efectivamente, se conocían, solo faltaba encontrarse.

Mayo de 2012