<< Ahora, despues de tanto tiempo en el que solo me invadía el terror, se que estoy a salvo, sé que él no va a entrar por la puerta de mi habitación, sé que ahora no puede hacerme daño.
Pienso que aquello que hice fué lo mejor para todos, para nosotras, para las que podia haber habido después e incluso para él, un alma atormentada por su pasado que solo conseguía ver la luz cuando el dolor y el sufrimiento que a el le hicieron padecer lo veía reflejado en los demás. >>
Una noche mi padre salió a comprar un paquete de cigarrillos al bar de la esquina. Alguien entró y apuntandole con un arma por la espalda le dijo que no se girara y él, por un impulso supongo, pensando que era un amigo haciendole una broma se dió la vuelta, no lo volví a ver.
Éramos jovenes, tanto mi madre como yo. No nos asustamos porque mi padre tardara, ya que siempre hay alguno de sus amigos que necesita acompañante para los tragos, pero cuando escuchamos el timbre de la puerta el corazón me dió un vuelco, tenía un presentimiento y no era bueno, él siempre cogía las llaves. Mi madre corrió a abrir pensando que sería mi padre, que se le habían olvidado las llaves, pero al abrir su cara palideció, yo me temía lo peor. Fuí hacia la puerta asustada, él no estaba.
Delante de la puerta, de pie, con cara de no saber por dónde y cómo empezar, había un agente de policía. De pronto mi madre se echó a llorar en sus brazos, yo no lo había escuchado pero al ver esa imagen se me partió el corazón, sabía lo que ocurría y no podía hacer nada, mi cuerpo se paralizó y a mi mente vinieron millones de imágenes, todas a la vez. Aquel policía entró a mi madre hasta el salón y la dejó recostada en el sofá. Me preguntaba dónde estaban los vasos, dónde estaba el agua, pero yo no contestaba, no podía hablar. Se me acerco y me cogió de los hombros. Al principio sus palabras sonaban como un sonido a lo lejos, poco a poco empezaba a entenderlas. Mi cuerpo reaccionó y rompí a llorar, me abrazó y con sus palabras consiguió calmarme.Mientras otro agente, sentado y sujetando a mi madre sostenía el agua para que bebiese.
Aquella noche ninguna de las dos pudimos dormir. Estábamos en el sofá, abrazadas. Mi madre no cesaba de llorar y maldecir a la persona capaz de hacer algo así, de destruir la vida de una familia.
Fué pasando el tiempo y poco a poco, quizá porque era pequeña, lo fuí superando. Durante muchas noches me costó conciliar el sueño, venían a mi mente las imágenes de aquella noche, pero conseguí olvidarlas.
Mi madre no conseguía superarlo y su vida se había convertido en un auténtico desastre. Sólo salía para trabajar y su cara había envejecido por la angustia de todo lo pasado. Intentaba convencerla de que debía seguir con su vida, ya que mi padre desearía que no echara a perder su juventud. ( Ahora pienso que no debí animarla tanto...)
Una tarde, mi madre y yo, salimos a pasear por la orilla de la playa. Con los zapatos en la mano, metimos los pies en el agua (estaba fría, era otoño). Nos salpicamos con el agua y empezamos a reír, hacía mucho tiempo que no la veía así. De pronto mi madre se quedó callada, con la mirada fija en algo. Me giré y vi que lo miraba a él, un hombre esbelto, algo mayor que ella, pero atractivo. Venía por la orilla, con sus zapatos en las manos, su paso era lento y su expresión pensativa. Mi madre se había quedado mirándole como una quinceañera. Me di cuenta que, a primera vista, se sintió atraida por él, tenía algo que le asemejaba con mi padre. Él se acercaba poco a poco. A primera vista me pareció un buen tipo y pensé que podría ayudarnos mucho, sobre todo a ella, que le hacía tanta falta. ( entonces ninguna sabíamos lo que nos deparaba el futuro) Llegó hasta nosotras y con una sonrisa en los labios nos saludó. Se quedó mirando a mi madre, parecía que le gustaba. Entabló conversación con ella y eso me gustó, porque pensé que la mitad del trabajo ya estaba hecho. Se llamaba Richard y no era de aquí, hacía dos años que vivía en España y no tenía muchos amigos.
Quedaron en verse aquella misma tarde, mi madre se ofreció para enseñarle los mejores lugares de la ciudad. Salieron esa tarde, la siguiente... Se llevavan muy bien y se les veía tan bien juntos... Una noche vino a cenar a casa y desde entonces sus visitas fueron contínuas. Era un hombre divertido y muy simpático, al que le gustaba pasar horas y horas contando sus " batallitas ".
Poco a poco se fueron enamorando y una mañana me dieron la noticia, ¡ se casaban !. Una inmensa felicidad invadió mi interior, sentía que nuestras vidas se recomponían y volveríamos a ser felices. (eso pensé...)
Dos semanas después se casaban. La boda fué maravillosa y todos se alegraban al ver nuestras caras de felicidad. La celebración acabó y mi madre y Richard cogieron un avión que les llevaría a su dulce luna de miel. (o no tan dulce)
Me dejaron una semana sola en casa,mi madre llamaba todos los días y me decía que lo pasaba muy bien, que era muy feliz, pero algo en su voz me decía que estaba mintiendo, que aquello no era como nosotros pensábamos ni como ella desearía.
Volvieron a casa y Richard se instaló con nosotras. Mi madre aparentaba ser la mujer más feliz del mundo, pero no podía esconder aquella expresión en su cara que reflejaba todo lo contrario.
No tardé mucho en saber lo que ocurría.
Una tarde, mientras subía las escaleras que llevaban a mi casa, escuché unos gritos.En ese momento pensé que eran los vecinos, pero al llegar a mi puerta los gritos eran demasiado cercanos. Depronto cesaron. Abrí la puerta asustada y lo que encontré me heló el corazón. Mi madre tirada en el suelo lloraba, de su boca se derramaba sangre y todo su cuerpo estaba repleto de cardenales. Corrí hacia ella, me arrodillé a su lado y la abracé, mientras le preguntaba si había sido él. Ella decía que no, por miedo, pero yo sabía que si, lo sabía desde antes de verlo. La ayudé a levantarse y la acompañé al baño, ayí limpié la sangre de sus labios y le dije que debíamos irnos antes de que fuera demasiado tarde, pero ella no quería, decía que no había pasado nada, que irnos empeoraría las cosas.
Desde aquel momento no podía mirara Richard a la cara, lo que hizo no tiene nombre y si no lo impedía seguiría haciéndolo. Intentaba convencer a mi madre de que nos fuéramos, pero no me hacía caso y las agresiones continuaban.
Richard seguía pegando a mi madre, yo sentada en mi habitación lo escuchaba, no lo podía soportar. A mi no me había tocado, pero aquella tarde cuando salí a ayudar a mi madre, lo hizo. Fué tal el golpe que caí al suelo, me levante asustada sin saber que hacer y corrí a mi habitación. Pasé todo el rato llorando, hasta que los gritos cesaron. Me sentí aliviada, pero aquel silencio me provocaba miedo. Escuchaba pasos que se acercaban a mi puerta, asustada en un rincón veía como la puerta sa abría. Richard entró y mientras se acercaba me decía que no tenía que haberme metido en sus cosas y que ya no volvería a hacerlo. Me cogió del pelo y tirando me saco del rincón, me tiró a la cama y comenzó a pegarme. Me quedé sin fuerzas y de mis ojos brotaban lágrimas. Sus golpes cesaron, pensé que todo había acabado, pero no. Se desabrochaba la correa, me quitaba la ropa...
Aquella noche corrí al baño, necesitaba lavarme, me sentía sucia por dentro, algo imposible de quitar.
Aquello mismo se repitió una y otra vez, no podíamos detenerlo y yo me sentía culpable, nunca debí animar a mi madre a que acudiera a la cita.
Una noche, mientrs dormía, comenzaron de nuevo los gritos, eran más fuertes que otras veces, mi madre lloraba y él no dejaba de repatir que la mataba. Sabía que después iva yo y no podía dejar que eso ocurriese, no tenía derecho a acabar con nuestras vidas. Salí de la habitación, Richard pegaba a mi madre con su correa, ella no se movía ni hablaba, me temía lo peor. Corrí al cuarto de mis padres, en el armario, al fondo, estaba la pistola que mi padre guardaba. La cogí y me dirijí al salón. Con las manos temblorosas apunté a la cabeza de Richard, él me miró y dijo que no sería capaz, no era una asesina, que eso se nacía siendolo. Pero él no sabía lo que yo sentía en mi interior, la rabia y odio que sentía hacia él.
Pasé mucho tiempo encerrada en un lugar en el cual no entraba ni un rayode luz, sentía que me moría, que no era justo. Pero en mi interior sentía un gran alivio, él tenía lo que se merecía.
A mi madre no la volví a ver.
<< Ahora que estoy sentada en mi habitación, aveces siento que no debí hacerlo. No soy nadie para decidir el destino de otra persona, pero él fué quien quiso que el juego comenzara.
Ahora aquí sentada, siento que mi vida no tiene sentido, mi infancia fué dura y triste, mi adolescencia no se puede expresar con palabras. He pasado media vida encerrada y ahora estoy aquí sola, no tengo a nadie.
Sólo seré feliz uniéndome a mis padres... adios.