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Categoría: Fábulas

alegoría a mi perro

Solía vagar desnudo en las tempestivas calles del parque de mi ciudad, sobre mi cabeza la misma oscuridad se cernía, el mismo olor a comida podrida, a la deliciosa carne de una bella prostituta, que como una antiquísima reliquia de mi pedazo de mundo, siempre ofrecía algún trozo de carne a mis mortales y poco bendecidas fauces. Los borrachos danzaban al ritmo de los demonios de su cabeza, mientras algún diablillo inquieto solía asomar una manita por la boina militar de algunos de estos parroquianos, que ya no encontraban descanso ala intensa búsqueda de su lecho; solía estar taciturno y poco receptivo a lo que el mundo me ofrecía, de cuando en vez ponía atención a los ruidos circundantes en el medio, veía con singular comedia, gente cortándose las venas, hurtando y violando alguna musa caprichosa acompañante de un músico con buen gusto, o perseguía algún andante desprevenido, hasta que una patada que hiciera crujir mis costillas de masmelo, me hiciera recordar lo miserable que era para quienes caminaban por allí.

Las noches eran toda iguales, mataba el tiempo persiguiendo los pasos que había dado la noche anterior, así con extremo escrutinio, había mecanizado una rutina de pasos que se extendía noche tras noche. Me excitaba saber que de nuevo habría en el prostibulo, un poco más allá en la vieja capilla, en el San alejo que circundaba el recinto religioso, o quizá en la vieja y polvorienta carpa, mágicamente acomodada en un lado del gigantesco árbol de cedro ubicado en le centro del parque.

Pero hubo un momento en que todo cambió, una de esas paradojas que tiene la vida a las que solemos apegarnos para no morir en vano, en el aire un olorcillo que solo yo captaba, irrumpió con maquiavéquilo estruendo en mi cuerpo, mi cuerpo estallaba lenta y placenteramente, el embrujo era inmediato, sentía su veneno haciendo hervir mi sangre. Mis hormonas me guiaban torpemente hacia cualquier lugar que aquel olor hubiera invadido, de pronto divise su progenitor, ella era hermosa o por lo menos eso quería creer, sentía su aflicción, sus ganas de llenar un vacío que la carcomía y que me estaba haciendo perder los cabales de mi marcada auto dependencia. De pronto intempestivamente invadí su espacio, la rodee estratégicamente, cercaba sus salidas, hipnotizaba su motricidad (quería algo de idilio, para la posterior y bien habida melancolía) con tétrica habilidad, me monte en su cuerpo, mis manos se aferraban duras en su lomo que por todo medio lo imaginaba terso, mi cuerpo friccionaba con el suyo y como una necesidad divina, introduje la parte de mi cuerpo que encajaba a la perfección en su pequeña y estrecha flor, estaba húmeda y sobrecogedoramente cálida, me deslizaba mas adentro sobre ella, mientras dejaba todo tipo de análisis vetado y solo daba rienda a la única cosa que había engañado mi piel para no dejarme aprisionado en mi cuerpo, el hormigueo era intenso, los espasmos se hacían mas y más fuertes, de pronto ya estaba en la cima de mi placer, y como debía de ser todo acabó.


Quería correr y encerrarme para esperar que todo volviera a ser normal, sentir que mi piel me aprisionaba, sentir la tétrica presencia del sentido común esclavizando mi manera des ser. Pero algo paso, de repente y en desgraciado momento ya me era imposible no estar con ella, corría de una lado y mi miembro aun estaba en ella, parecía ya no querer estar más conmigo, quizá habría alguien con quien se entretenía, quizá allí ya no tendría frío... no me importaba¡ quería que saliera, la gente reía, ella y yo parecíamos estúpidos moviéndonos de una lado sin coordinar nuestros cuerpos amarrados, sentía el desespero de ella, como tiraba con fuerza y me desgarraba las entrañas, recurriendo a un poco de suspicacia en tan circunstancial momento, intenté razonar con ella, pero me era imposible, no podía concebirla más que como una fuente de agua para saciar mi sed (perfecta metáfora) era tonta, estúpida... la desesperación era tal que no podía ni fraccionar cada cosa que decía y darle razón para haberla expresado. Mi cuerpo aun estaba cansado, pero la exaltación, la risa estúpida de los demás, la necesidad de sentir mi frío corporal y no ese maldito calor emanado de sus entrepiernas me hacía fuerte. Sin más que pensar, tire tan fuerte como pude, ella hizo lo mismo, nuestros órganos amarrados parecían resortes y su resistencia hacía que de nuestros esfuerzos, cómicas escenas para la diversión del vulgo circundante, pero el perseverar ya era algo normal para mí, luche y luche, agotando mis fuerzas. Ella ya hacía mucho había desistido, y se había resignado a una parte más de su cansado cuerpo, más mi perseverancia ya rayaba en la estupidez, y como aquellas paradojas que suceden de cuando en vez en la vida, me sentí capaz de quedar libre, tire hasta desgarrar mi carne, ella gemía de dolor, mis huesos se quebraban y sentía la entrepierna de ella ceder lentamente, y finalmente tiré con tanta fuerza que logré separarme de ella.

Luego de esto el dolor era peor, ya no podía caminar y la desnutrición de tantos días de pensar en estar solo antes que comer, habían hecho que mi cuerpo finalmente claudicara, pero como el regalo que recibe cada moribundo, oí como ella que había salido corriendo, presa del insoportable dolor que le había infringido era brutalmente arrollada por un camión que afortunadamente pasaba por allí. En mi lecho final, intente recordar alguna paradoja, de esas que suceden de cuando en vez y que en este caso debían darle sentido a mi vida. Recordar tan cómica escena de haber estado pegado a ella? O quizás inmediatamente antes de esto, cuando disfrutaba el placer de estar dentro de ella?, no¡ es una mala historia, no vale la pena... ahh ya sé, quizá recuerde aquel momento en el que estando mirando un idiota escribiendo un cuento, que por la forma en que me miraba parecía que me lo dedicara, pensé : que diablos se le puede ocurrir a un hombre escribir sobre un perro?
Datos del Cuento
  • Categoría: Fábulas
  • Media: 4.9
  • Votos: 59
  • Envios: 2
  • Lecturas: 4439
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