Bajé del taxi apurado, mirando para atrás por las dudas. Entré al hotel; pedí la llave de mi habitación y mi gesto de ansiedad hizo que el gerente tuviera aun más sospechas sobre mí, es que la vez anterior ya me había advertido, y la verdad es que en ese momento no le di mucha importancia.
Los ascensores estaban parados en el quinto y yo iba al tercer piso, miré a un costado y por las escaleras subía y bajaba mucha más gente de lo que esperaba. Todos se empujaban y subían con un nerviosismo tal que en ese momento me sentí un poco más tranquilo. Yo tenía que llegar a mi habitación. Los que bajaban se dejaban caer con grandes saltos, atropellando a otras personas pareciendo que no les importaba nada ni nadie. A pesar de semejante caos decidí probar suerte por las escaleras, porque ya era demasiado tarde y porque el ascensor de la derecha acababa de caer y estrellarse con unas cuantas personas dentro.
Cuando llegué al primer piso; los que podían verlo, gritaban que ya había empezado y fue ahí cuando el nerviosismo se transformo en histeria; con excepción de un par de mujeres que escapaban malhumoradas en dirección contraria.
Al intentar llegar al segundo piso una señora gorda cayo sobre mis piernas y me dejó nuevamente en el primer entrepiso; me la saqué de encima empujándola y vi como ella caía mientras nadie intentaba ayudarla, sino más bien, sortearla. Yo realmente tampoco pensé en hacer nada por ella, la verdad es que me dio bastante pena; pero ella también tenía algo de culpa.
Pegándome a la baranda pude llegar al segundo piso, el mar de gente que había frente a los ascensores me hizo pensar que iba a tardar más de diez minutos en atravesar el hall. Sin embargo en un segundo prodigioso vi un hueco y me desplacé velozmente hacia la baranda que me llevaría al tercer piso. Aferrándome a la baranda con la fuerza de un guerrero subí cada escalón sin parar hasta el hall del tercer piso. Mi habitación estaba a fondo del pasillo que da a la derecha de la escalera. En ese momento inicié una ciega carrera digna de un jugador de fútbol americano hasta que golpee con la puerta. La abrí, la cerré y le puse llave. Tiré mis cosas sobre la cama y prendí el artefacto de donde se desprendió una voz que dijo: «cinco minutos del primer tiempo, boca 0, river 0».
Hoy he leído buenos relatos, y este lo es. Yo pensé que se trataba de un terremoto, y también pensé que andabas con turbante haciendo detonaciones proscritas. Pero todo era por un partido de fútbol, y por muy interesante que sea, no merece este relato un final como ese...digo.