Era viernes y Pamela llegaba de la escuela como siempre poco después del medio día. La sonrisa pícara y sus grandes ojos estaban más expresivos que de costumbre cuando me dijo que Eros, su mejor amigo, le había prometido una sorpresa para su cumpleaños.
Hacía ya muchas tardes que no hablaba de otra cosa que no fuera de Eros, su familia, sus gustos, sus calificaciones...

Al fin niños, se habían identificado de sobremanera a raíz de que el papá de Eros se fue a vivir a Veracruz por cuestiones de trabajo. Pamela se dio a la tarea de animarlo en ese entonces contándole que el suyo andaba en Cancún por la misma situación. De alguna manera iniciaron una amistad, que recientemente le pone color a las mejillas de Pame.
El martes 29 de Abril, Pamela cumpliría 9 años y esperaba el día como nunca, pues además de su cumpleaños, habría una celebración en la escuela por el día del niño.

Llegó el martes, y ella no se quiso levantar para ir a la escuela. Se tocaba el estómago y decía con voz casi apagada que se sentía mal. Le creí, pues el día anterior había estado muy callada y hasta triste. Pero cuando intenté llamar al doctor, me confesó que no quiso ir porque Eros le iba a presentar a una tal Alexandra, que había insistido mucho en que la conociera. Le dijo que era rubia, muy bonita y que a él le había gustado desde la primera vez que la vió.

En ese momento me sentí confundida, me dio mucha ternura que mi nena sintiera celos a su edad, pero también me dio coraje con el tal Eros y pensé en que seguramente el ya se había percatado del especial cariño que ella le tenía, era evidente. Pensé en voz alta...¡todos los hombres son iguales!...sorprendida por el jueguito que traía aquel “tipo” con mi hija...y me dediqué a consentirla y distraerla con el pastel, dulces y primos...pero yo sabía que estaba fingiendo disfrutar su cumpleaños. Sobre todo, por la llamada de las 5 de la tarde que el niño se atrevió a hacerle para decirle que Alexandra la había estado esperando.

En fin, a Pamela le vino de perlas el puente, pues cuando volvió a la escuela varios días después, ya se había hecho el propósito de hablarle normalmente, y fingir su enojo y decepción...pues tendría que actuar con dignidad. Sí, esas fueron sus palabras...yo también sigo sorprendida.

Ayer no pude ir a comer con ella a casa, por cuestiones del trabajo, pero su voz por teléfono sonaba a cascabeles nuevamente. No quise preguntar sobre aquel detalle, por miedo de regresarla a la depresión. Pero me sentí feliz de haberla escuchado como siempre.
Por la noche la encontré dormida, y me odié por eso...ya no pudimos platicar. En sus brazos tenía una muñeca rubia y muy bonita. Pamela me dejó una nota en la mesita de tareas en donde me decía, “lee esto mamá” y tenía una gran flecha que apuntaba a otro papel. Era una carta de Eros que decía:

Pamelita:
Te deseo un feliz cumpleaños y que estés rodeada de tu familia y todos los que tanto de aman.
Sé que tienes muchas personas que te quieren. ¡Yo también te quiero mucho! ¡Eres una maravillosa amiga!
Hoy te presento a alguien que siempre te va a acompañar cuando ya no este contigo, para que me recuerdes, aunque sea un poquito.
La nena se llama Alexandra, y ella también te va a querer mucho y te va a acompañar dondequiera que vayas.
¡Muchas Felicidades!
Con mucho cariño,
Eros.

No pude evitar sentir el deseo de conocer y darle un gran beso al tal Eros. La miré nuevamente, juraría que estaba soñando algo hermoso, por su expresión. Le di un beso y traté de dormir.

Sin embargo, todo esto me hizo pensar y regresar el tiempo en que yo cumplí 9, también hubo por ahí un Eros...que me hacía ver la escuela mas bonita y hasta divertida.