no tenía gana de comer, estaba muy enfermo. mi mujer decía que coma, que si no lo hago me voy a morir de hambre; ella seguía en su delirante monólogo y yo seguía mirando mi plato de sopa. había un trozo de pollo, fideos, agua espesa, tallarín delgadito. olí ese plato y me lo tragué de una vez por todas. mi mujer seguía hablando mientras me levantaba para irme a la cama. había estado enfermo por más de una semana. tenía diarrea, fiebre, tos, etc., prácticamente estaba podrido. esto es producto de tanto desenfreno juvenil, los tragos, amigas, mala noche, etc. cuando empecé a sentirme mal, no le dije nada a nadie. pero mi jefe me veía ir una y otra vez al baño, y cuando salía dejaba un terrible aroma en él. por reclamo de medio personal, me dijo que me fuera a casa, que estaba mal. le hice caso, porque me iba a pagar los días que faltara, eso me dijo, aunque eso decía a todo aquel que deseaba botar del trabajo, así que me sentí doblemente mal. la preocupación es como un cachiporra mental, viene una y otra vez, dejándote el cuerpo y cabeza hecho puré de papas. así pasaba la semana hasta que una noche, en que fui al baño, boté por el agujero del culo, una especie de cuerda negra, que salió después de pujar como una mujer al parir. me sentí mejor, era como si mi estómago se hubiera esfumado. miré el bedel y allí estaba esa cosa negra. la seguí mirando y, para mi asombro, empezó a moverse. dios, me dije, ¿qué es esto?. la cosa empezó a tratar de salir, desenroscándose de sí misma, por suerte, aún no había jalado el bedel. lo jalé, y esa cosa se fue con toda la mierda... me sentí doblemente mejor. volví a mi cama y vi a mi mujer dormida como una muerta. sus pelos estaban desparramados como una malagua de mar. su cara estaba húmeda y con la boca un poco abierta, y con sus ojos entreabiertos. de pronto, vi que una cosa salía por su boca. me fijé bien y era la misma cosa, o cuerda que acababa pasar por el bedel. dios, me dije. la cosa salía y salía y yo retrocedía más y más, pero, recordé la luz y la encendí, mi mujer despertó y la cosa despareció, así como cuando pasé el bedel. ¡¿que te pasa, imbécil?!, gritó mi mujer. le pedí disculpas y le dije que dormiría en el sofá de la sala, y que ya me sentía mejor. por supuesto no dormí un segundo, estuve sentado encima del bedel, por si acaso, también le dije a mi mujer que cerrara la puerta.
al día siguiente, me vestí y fui caminado hacia el trabajo, pensaba en todo lo acontecido la noche anterior. llegué al trabajo y vi a mi jefe. le dije que ya me sentía mejor, y este me dijo que ya había otro tipo en mi puesto y que regresara la próxima semana a cobrar mi salario. no respondí y decidí irme sin decir nada ni una palabra, pero antes debía vengarme. salí del trabajo y le puse barro en el tubo de escape del motor de su auto. sabía que eso lo iba a fregar. tomé el bus hacia mi casa y cuando llegué escuché unos ruidos. entré despacito y vi a mi mujer haciendo el amor con el vecino del costado mi casa. iba a decir algo, pero qué podría decir. ya había visto tantas novelas, tantos periódicos escribiendo lo mismo que sentí que era mejor irme de casa sin que nadie se diera cuenta de nada. recordé a mis dos hijos, que estudiaban en el colegio, pero, vivir un día mas, no podría soportarlo. así que, decidí irme, pero antes debía hacer algo, pero no en ese momento, mejor iba a pensarlo y cuando ya lo tuviera en claro, lo haría. dejé una nota en donde explicaba a mi mujer lo que acababa de ver y nada mas, que no preguntara por mí en ningún lado.
busqué un hotel y cuando estaba pasando la noche, me vino unas ganas de vomitar. fui hacia el baño y eché la misma cuerda negra por mi garganta. me dio temor, pero me sentí mejor, iba a jalar el bedel, pero, tuve una idea. la cogí y la puse en una bolsa. la llevé a mi casa y la puse en la puerta, con una nota: ¡eso es lo que eres, una culebra negra!. me fui y al día siguiente fui a mirar cual había sido la reacción. extrañamente vi a mi mujer limpiando toda la entrada de casa. era mierda, pura mierda. pensé que enloquecía cuando tuve una idea. me acerqué a mi mujer y apenas esta me vio empezó a hablar y de su boca salía la culebra negra, salía y salía y no tenía cuando parar. cogí una palana y se la tiré por la cabeza. estaba lleno de odio, ira y de mil cosas terribles. yo seguía clavándole la palana hasta que llegaron los vecinos y me detuvieron. y cuando lo hicieron, yo gritaba: ¡la culebra, la culebra negra!. está loco, dijeron, y cuando me enseñaron a mi mujer, vi su cara aplastada, ensangrentada como un puré de papas, rojo por supuesto...
me llevaron a la cárcel y por más que traté de contarles mi historia de la culebra, ellos me dijeron que estaba loco. y hoy, que estoy metido en un loquero, veo a gente que ve casi lo mismo que yo, pero ellos ven las cosas de diferentes colores y diferentes animales... lo más extraño de todo es que veo a gente vestida de blanco que llevan en la boca la misma sierpe de color negro...
san isidro, abril de 2007