El anciano de ojos azules como las mañanas limpias en los cielos, tuvo un sueño.
Un hombre viajaba de pueblo en pueblo, vestía de harapos y en sus ojos profundos iluminaba la pasión. buscaba la verdad y sin saberlo, la verdad lo esperaba a él. se le acercaba los niños y mujeres y le preguntaban hacia dónde iba. él les respondía: estoy buscándome. la gente le miraba y todos le creían loco. Mientras el hombre seguía su andar hasta llegar a las orillas de un mar. qué buscas, le dijo el mar. me busco a mí mismo, respondió el hombre. el mar se puso calmo y de sus olas brotaban finas estelas plateadas. el mar le dijo que se mirase. el hombre se miró y se vio a si mismo. qué ves, le preguntó el mar. no lo sé, aún. el mar recogió sus húmedas faldas y no volvió a hablarle. siguió su destino hasta encontrar a un enorme perro. deseas mi amistad, le preguntó el perro. adonde voy, no sé si puedas entrar, pero, si gustas sigue mis pasos. el perro le miró y le dijo si estaba loco. aún no lo sé, respondió el hombre. el perro se dio media vuelta y se perdió por las calles de aquel pueblo desolado. de pronto vio el hombre un enorme árbol. y noto que sus verdes brazos le llamaban. fue y al estar frente al enrome árbol, vio a un hombre muy viejo. qué buscas, le preguntó. ambos hombres se miraron y del fondo de sus profundos ojos pudo reconocer a su maestro. ayúdame, le dijo el hombre, para luego arrodillarse a sus pies. el hombre viejo le tomó la cabeza y le dijo algo sin palabras, luego, se lo llevó hacia un lugar donde tan solo van los que anhelan la verdad.
Ese fue el sueño del anciano de ojos azules. se levantó y se miró en el espejo. vio el rostro del tiempo, pero también, supo que ese no era él. cerró los ojos y buscó su corazón. allí estaba. esperando su regreso. el corazón le envolvió como una madre a su hijo y se lo llevó hacia el valle de la verdad.