LOS PASOS SORDOS DE LA TRISTEZA
Es difícil escribir cuando te sientes lo suficientemente solo como para pensar en algo mas que en ti mismo. Casi puedes sentir la respiración de tu propio dolor en la piel y esos dedos fríos, negros, húmedos rozarte hasta hacerte heridas muy profundas, y es peor aun sentir que estas muriendo, muriendo y hundiéndote, todo sin que nadie se de cuenta. Hablar sobre la tristeza es fácil, todos la sentimos, algunos mas que otros, pero no es fácil hablar de felicidad. Solo hay que pensar si le preguntas a alguien cuando ha estado triste, o como se da cuenta que esta triste, probablemente escuches relatos de mas de una hora, algunos coherentes y bastantes absurdos, sobre esas personas o situaciones que causaron suficiente dolor como para no soportarlo. Pero, si conocemos de tristeza... por que no de felicidad?
Nuestra artista piensa así, ella conoce de mucha tristeza, miseria, dolor y decadencia, ha visto mujeres arrastrarse delante de un hombre, rogándole que no se vaya de su lado, ha visto hombres llorando por una mujer, ha visto miseria, ha vivido de esa miseria que tanto crucifica, pero nunca ha sentido felicidad, la verdadera felicidad de saberte completo y totalmente inocuo a las tristezas ajenas.
Es así que esa habitación está oscura hace muchos días, ahí hay una mujer que sabe de tristezas escondida a la luz en un rincón.
¿ es que acaso alguien se puede enamorar de una mirada?
Mira tristemente hacia la mesita, la única que tiene, es un papel casi marchito. ¿Por qué sentía tanto miedo de ir a entregarle a aquel señor el cuadro?
Nuevo suspiro. Últimamente suspira demasiado. Se levanta lentamente, como si fuera una danza oriental, así pasos armoniosos uno detrás del otro cada uno en función del anterior. Seguirá sumida en su triste danza. Se pone un abrigo para la lluvia, un raincoat, lo llamarían los americanos. Sale de su departamento en una dirección que desconoce, al llegar a la esquina duda, como por encanto regresa corriendo a su refugio, eso es lo mas cerca que estuvo de llegar a su destino, piensa en su ángel. ¿No se merecía acaso un dueño? Nueva tristeza, nuevo suspiro y nueva danza también, ¿por qué le estarían temblando los labios?
Sin pensar está ya en el bus de servicio público, soportando la fuerte tentación de bajarse donde quiera que esté. Ve todo como en cámara lenta, toda su vida pasa delante de sus ojos. Afortunadamente el bus está casi vacío, la lluvia es muy intensa como para atreverse a salir de casa. De pronto llega a su destino. Está en frente de una casa toda de piedra y tan lujosa que le da vergüenza pisar siquiera el suelo. Antes de pensar mucho hasta que le de miedo, toca el timbre.
- Si?- responde una voz muy extraña.
- Busco... busco al SR. Torreblanca
- Quien lo busca? – contesta la voz al parecer más ofuscada.
- Me buscabas a mi? – dice una voz detrás de ella, una voz conocida, una voz que casi hiere con su melodía. No necesita darse vuelta para ver ese rostro. Hasta su ángel ciego lo vería.