Hace mucho tiempo vivía en una apartada casa en un bosque solitario un anciano. Este anciano vivía solo y cada mañana al despertarse realizaba siempre un mismo ejercicio. Como le gustaban mucho las historias de aventuras extraía de su pequeña librería cada día un cuento viejo, manoseado y polvoriento, todos los días el mismo cuento, siempre el mismo cuento. Así sus mañanas se hacían más cortas. Imbuido en la lectura de apasionantes episodios pasaba gran parte de día leyendo y leyendo, devorando hojas de párrafos que le transportaban a un mundo imaginario, en el que a él siempre le hubiese gustado vivir. A pesar de conocerse la historia de memoria él seguía leyendo como si a cada nueva página le salieran cada día nuevas frases en las que no había reparado, que no hubiera ya visto, que no se supiera. Pero al terminar su lectura siempre apenado cerraba la última página y guardaba el libro mientras se decía: -otro día en que no hallo nada nuevo, mañana volveré a intentarlo.
Y así había transcurrido una parte de su vida. Llevaba ya casi 15 años leyendo el mismo cuento y aún se sorprendía por no poder encontrar nada nuevo en él.
Un buen día llamó a su puerta una joven, el anciano al verla se quedó perplejo, su figura, su gracia, su forma de vestir, le recordaban la imagen que él se había hecho de la protagonista de aquella fantástica historia que cada mañana leía. La joven, que se hallaba perdida en el bosque le pidió un poco de comida y agua pues estaba desfallecida y había pasado la noche bajo un árbol esperando que se hiciera de día para poder localizar su camino de vuelta a casa. El anciano le dio de comer y beber y cuando vio que ya había recobrado el color rojizo en sus mejillas y viendo que ella se disponía a marchar le dijo:
- Me gustaría leerte una historia que yo leo siempre todas las mañanas ¿puedo?
Ella agradecida por sus atenciones asintió con la cabeza y se sentó junto a una chimenea dispuesta a escuchar.
El extrajo de nuevo su querido cuento y comenzó a leer. Pasaron así varias horas y la joven con los ojos encendidos escuchaba y escuchaba, se emocionaba con una página y reía en la siguiente y así iba traslándose a ese mundo fantástico que al anciano tanto le gustaba.
Una vez concluida la lectura, la joven aún con su corazón lleno de sensaciones levantándose le dijo: -ha sido un cuento precioso, muchas gracias por habermelo leido.
Entonces el anciano viendo que la joven era sincera en su emoción le dijo:
- antes de irte me gustaría preguntarte algo.
la joven sonriendo le contestó: -pregunté usted buen hombre si en mi mano está yo le daré una respuesta. El anciano preguntó entonces: -¿que es para ti un libro?
La joven, que siendo de condición humilde había aprendido a leer a través de las enseñanzas de una tía suya que vivía en otra aldea y a la que solo veía en contadas ocasiones le contestó no sin cierto apuro: -para mi un libro de antes no era nada, un simple objeto que veía siempre colocado en las estanterías de la casa de mi tía, algo inalcanzable, ahora estoy aprendiendo a leer, lo hago con esfuerzo y aún con dificultad... pero avergonzada viendo que no sabía expresarse mejor le dijo: -bueno, un libro, pues es un libro.
El anciano que apenas había escuchado más que la última frase, contrariado por la respuesta le dijo con desdén: -ya, claro, solo un libro. Y levantándose precipitadamente le dijo a la muchacha, bueno supongo que debes marcharte no sea que se te haga tarde. Pero la muchacha acercándose al anciano le dijo: -¿me deja usted que trate de leer su libro? El viejo se quedó mudo sin saber qué decir, lo más que logró fue asentir con su cabeza mientras la joven de nuevo se había instalado junto a la chimenea y había comenzado a abrirlo. Al empezar a leer la voz de la joven era tan pura, tan sentida, tan calmada que el viejo embobado se fue dejando caer lentamente en una silla cercana a la suya sin dejar de mirarla, sin poder dejar de escuchar. Ella prosiguió de forma lenta, con torpeza, pausada pero con voz candorosa recorrió todas las páginas hasta que hubo terminado.
Al acabar se levantó de su silla y le dijo con ilusión: -!es verdad, es un cuento precioso!
Pero el anciano al que se le sobresalían las lágrimas en los ojos tan solo acertó a decirla:
-en mi vida había escuchado algo igual, cuando me has dicho que para ti un libro era un libro te he juzgado entre las personas que no entienden como yo entiendo ese libro, pero al escucharte he perdido la referencia de ser un libro que leo todos los días, que me sé de memoria, al leerlo tú la historia se me ha hecho nueva como si nunca la hubiese leido, no lo entiendo, tan solo sé que me gustaría que volvieras mañana a leerme otro libro.
Entonces la joven levantándose y apoyando una mano en su hombro le dijo: -yo apenas sé leer, he sido lenta y a cada palabra se me encogía un suspiro por no saber si la estaba diciendo bien, usted ha escuchado una historia diferente simplemente porque no se ha escuchado a si mismo sino por la emocionada voz de quien ama una bonita historia tanto como usted. Me encantará volver mañana y leerle otro libro.
------------------------------------------------
A veces las personas pensamos que quien no tiene nuestras mismas respuestas no es digno de compartir nuestros pensamientos, ni nuestras vivencias, que no va a entendernos y no nos damos cuenta de que el valor de un "libro" no está en lo que se opina de él, sino en el desigual pero el emocionado camino que se comparte para llegar a valorarlo, sentirlo y comprenderlo de igual manera.
DIFERENTE LECTURA (+++++++) Bellísimo relato...Cuando alguien escribe,deja pedacitos de su alma en cada palabra,en cada sentimiento transmitido...ya no le pertenecen cuando llegan a cada lector,que se apropia de esas palabras y las resignifica a su modo.En realidad,lo mágico de la escritura y su lectura,son las múltiples interpretaciones que cada quién hace,pues no se lee solo con los ojos,ni con una mente que decodifica signos,sino con la propia historia,las vivencias,las sensaciones y sentimientos... La vida misma es como ese libro,al que cada vez que se vuelve a leer se le encuentra algo nuevo... Pau 2