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Con su faldita plisada de cuadro escocés. Armonizando el patio de una casa moribunda con ese revolotear gracioso, con una sonrisa demoledoramente bella, con las trenzas en una hipnótica danza pendular que se apodera de mi respiración a cada gesto.
Voy yo a casa de Cristina más enamorado de lo que se podrá estar nunca.
-!Pom, pom!.¿Está Cristina?.
-Si, está en el patio. Pasa Jesusín.
Sentada en el suelo. Muñecas. Cuentos. Hermosura. Lápices de colores. Papel recortado. Pelotas de trapo. Rompecabezas. Cristina.
Es como agua de un arroyo que baja por mis pies descalzos, cristalino, limpio, fresco. Escalofrío. Brazalete arcoiris. Ojos de mirada verdiazul. Oceánica.
Escondo mis zapatillas sentándome a lo indio. Están rotas de las puntas y podrían asustar a las suyas de lona blanca. Dos lunitas rubricando al sol. Y bajo ningún concepto haría yo algo que malograse el hechizo.
-Tengo una chocolatina, ¿quieres?.
-Bueno.
Ella dice bueno y la toma de mi mano casi tocándome. La saborea. Se la he dado yo. La ha mordido por la mitad y me ha devuelto el resto con una sonrisa. Sus mejillas cuando sonríe lo son todo. La chocolatina rozada por sus labios sabe mejor.
Viste y desviste su muñeca favorita. La miro hacer. Yo compartiría todas las chocolatinas del mundo con ella solo porque me las devolviera mordidas. No tengo ninguna más. Yo compartiría con ella las chocolatinas y el resto de mi vida sin querer morirme nunca.
Cristina no camina, vuela como una mariposa que en una segunda metamorfosis se hubiese hecho aún más mariposa. Mece la cunita de la muñeca. Mece sus trencitas. Mece mi corazón embebido. Me tiene. Cristina hace por donde pasa, de las cosas poesía. Poesía del viejo cañizo y la ruinosa leñera. Hace violines del gruñir del cerdo que nos mira tras la reja.
Y yo soy su Robin Hood. Mi raído jersey gris es una radiante blusa remangada. Mi tirachinas un florete. Mi navajita un puñal de nácar.
La salvaré de cualquier cosa en este mundo. Me batiré por ella con el universo.
Cristina lee un cuento a su muñeca para que duerma. Pregunta que si me gusta el de Blancanieves. Amí me va a gustar todo lo que pase a través de ella.
Atardece. Se levanta el viento por los tejados. Caerán briznas de hoja de las cañas y Dios querrá que alguna vaya a su pelo. Yo se la quitaré y podré tocar su frente.
Cristina.

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