La calle estaba bastante desierta, lo cierto es que el ambiente no era apetecible, podía haber perfectamente cuarenta y tantos grados.
Se podía ver claramente el efecto de las distintas capas de aire, ese que tanto nos impresiona cuando vamos por la carretera y a lo lejos parece que el suelo está mojado.
Jana salía de su casa, a pesar de la calor asfixiante, cogió su bici y se dispuso a aventurarse. Llevaba ropas que insinuaban su hermosa y dulce figura; una suave y celeste camisa de tirantes y unos pantalones cortos que dejaban ver sus esbeltas piernas.
Cogió calle abajo y sentía sobre su rostro una bocanada de aire irrespirable, pero aquello no la doblegaba. Había salido porque sentía que tenía que hacerlo, se encontraba en casa sin nada importante que hacer y algo la impulsó a salir. Pensó que estaba un poco majara, pero que ya no le importaba a aquellas alturas de su vida.
Conforme iba pedaleando, algo la guiaba hacia "la casucha" a la que sabía que tarde o temprano tendría que visitar.
"La casucha" era una mansión abandonada hacía años y que tenía un aspecto más bien tétrico, por lo que de ahí la fama que tenía de "casa embrujada". Jana sabía de sobra que eran habladurías ya que ese tipo de historias era típico de las grandes casas dejadas de la mano del hombre. Ella sabía que aquella casa la esperaba un día u otro, pues algo había allí para ella. Si no había ido antes es porque a pesar de que no se creyera aquellas historias, le tenía cierto respeto a todo aquello y siempre le surgía la duda de: ¿y por qué no? Todos hemos visto muchas películas de miedo.
Sin embargo, aquella tarde tan inapropiada Jana sintió que tenía que ir.
Al torcer la esquina de la última casa del pueblo ya era capaz de visualizarla desde lejos. Había un camino lleno de malas hierbas hasta la puerta principal. Cuando llegó, sintió escalofríos frente aquella puerta tan enorme y llena de telarañas. Esta primera puerta daba al típico jardín de una casa grande. El jardín casi no se distinguía del camino, pues las malas hierbas lo habían invadido. A pesar de ello, aún se podían ver algunas rosas, margaritas y lirios que sobresalían de toda aquella maraña.
Jana pudo entrar perfectamente pues la verja no tenía candado, al abrirla hizo tal ruido que los pájaros que descansaban tranquilamente revolotearon como si el mismísimo diablo les persiguiera. Cruzó el jardín mirando a uno y otro lado intentando imaginarlo en un tiempo pasado en el que habría sido espléndido pasear por él, y recoger sus hermosas flores para colocarlas en jarrones y alegrar así el interior de la casa.
Cual fue su sorpresa cuando al abrir la puerta de la casa, lo primero que observó fue la multitud de jarrones que había con flores, ya secas, que se preguntaba desde cuándo estaban ahí.
Jana se había informado sobre aquella casa y llevaba casi cincuenta años cerrada. Por lo visto, sus dueños desaparecieron un día sin más, sin decir nada a nadie. Habían tenido fama en el pueblo de ser bastante peculiares, de ahí lo de la "casa embrujada". Tampoco había aparecido nadie reclamando la casa, por ello que estuviera abandonada. Lo raro era, pensó Jana, que nadie se hubiera interesado en comprarla pues, podía costar una millonada. En fin, siguió curioseando y, por supuesto, telarañas y polvo no faltaban.
Tenía un salón enorme con su chimenea de pared, sus sofás, su gran mesa en medio de la habitación y ventanas por todos lados que daban al jardín. También había una biblioteca en la que pudo ver que los libros seguían ocupando sus sitios. Ojeó algunos de ellos y, claro, eran antiquísimos. A ella, todo aquello le parecía fascinante, allí mismo había también una pequeña mesa justo bajo una ventana que habría sido un sito ideal para la lectura y escritura.
Decidió seguir mirando esa planta antes de subir. Ahí también vió la cocina, por supuesto, con su horno para el pan y una cocina donde se podía cocinar, pensó ella, para una población entera. También había un cuarto de baño con sus piezas más esenciales.
Luego, decidió subir por la solemne escalera que tanto la tentaba. Toda ella era de una madera tan delicada y tan rústica a la vez que le hizo estremecerse. Los peldaños crujían conforme iba subiendo y el ruido retumbaba por toda la casa. Pensó, que si había alguien, seguro se había enterado de su presencia.
Al llegar arriba, echó un vistazo a la parte de abajo y pensó que a pesar de los años, seguía conservando cierta belleza, eso le hizo suspirar.
Empezó a curiosear por todas las habitaciones, que no eran pocas. Pasó, que la última habitación del pasillo que quedaba a la izquierda respecto de la escalera, no podía abrirse, eso le pareció bastante extraño y a la vez excitante, pues hacía aumentar su curiosidad por ver que había allí dentro. Intentó forzar la cerradura, golpear la puerta, pero no consiguió más que acalorarse aún más. Viendo que así no conseguía nada, pensó que lo mejor sería terminar de ver el resto de la casa y luego, ya vería.
Cruzó todo el pasillo hasta llegar a unas escaleras que supuso daban a alguna buhardilla, de hecho no le extrañó lo más mínimo pues había visto muchas películas y siempre las casas tan grandes tenían la "típica buhardilla". Pensar eso le hizo sonreír. Allí arriba todo parecía tan solemne, no sabía por dónde empezar a mirar, echó un vistazo alrededor y decidió empezar por un enorme baúl que tanto le habían gustado siempre. Con algo de trabajo logró abrirlo. Vio que había muchas carpetas con lujosas encuadernaciones, empezó a ojearlas y vio que la mayoría eran álbumes de fotos, algo que le pareció enormemente entrañable ya que le encantaban las fotos. Por supuesto, todas eran en blanco y negro y estaban algo amarillas debido al tiempo transcurrido. Se estremeció al mirarlas ya que sintió que la mayoría le eran familiares. Era como si conociese a aquellas personas que aparecían en esas fotos. Siguió mirando y vio que había varias cajitas, todas contenían un montón de papeles: tíckets, entradas de cine, postales... Todo le seguía pareciendo tan familiar. También vio que en el fondo del baúl habían perfectamente amontonados varios libros de Lorca, Machado, Shakespeare, Bécquer... Sintió que el alma se le estremecía y sin poder remediarlo empezó a llorar...
Se incorporó y sacó un pañuelo que llevaba en el bolso para despejarse un poco la cara y poder verlo todo bien y no borroso. Había muebles muy peculiares: una mecedora, una tumbona estropeada del uso que aquellas misteriosas personas le dieran, un tocadiscos, un escritorio, un ropero y un enorme espejo que incluso la persona más alta del mundo podría verse de cuerpo entero. Vio que al final de la habitación había una pequeña ventana, se acercó y como supuso, todo el exterior se veía perfectamente. Podían verse las casas del pueblo, la iglesia, la plaza donde los niños solían jugar, el colegio... Fue entonces cuando pensó qué habría sido de aquellas personas que tiempo atrás hacían su vida diaria en aquella casa.
Algo le hizo que volviera a abrir el baúl antes de irse. Empezó a sacar todas las cosas con enorme cuidado y cuando quedó libre de tantos y tantos recuerdos cerró los ojos y empezó a palpar el interior del baúl, se detuvo ante algo que bajo el tacto de su mano sintió que sobresalía. Abrió los ojos y pudo ver que era un pequeño trozo de tela pegado al baúl y dentro había algo, algo que cuando lo tocó supo inmediatamente lo que era. Alguien había dejado eso ahí para ella, lo sentía así. Volvió a colocarlo todo perfectamente en el mismo sitio en el que sus dueños lo colocaran tiempo atrás. Pensó que el no hacerlo perturbaría la paz de aquella casa que tantos y tantos años había permanecido intacta.
Se levantó, se sacudió pues las ropas se habían impregnado del polvo que cubría el suelo. Bajó por las escaleras y caminó hasta lo que ella pensaba sería la señal tan esperada. Al llegar y tenerla frente a frente se alegró al ver que entraba perfectamente y que además abría aquella puerta bendita que tanto le había hecho enfurecer. Cuando empujó la puerta y pasó al interior de la habitación, sintió que había estado allí antes, exactamente igual que cuando miraba las fotos. Qué pasaba, ¿qué querría decirle todo aquello?
Todo era tan hermoso, tan espiritual, tan Místico...
Había una gran cama, más o menos, en medio de la habitación, dos pequeñas mesitas a ambos lados tan peculiares; una de ellas tenía un despertador negro y pequeño, también una lámpara con el pie de madera y el sombrero se veía tan suave al tacto y a la vista, de unos colores y figuras procedentes de cualquiera sabía dónde. La otra mesita, además de una lamparita similar, tenía un joyero de madera tallada, no pudo resistir la tentación y cual fue su sorpresa al ver que dentro tan sólo había un pendiente, uno, ni siquiera tenía la pareja. Se decepcionó un poco, aunque pensó que no tenía por qué ser así, qué se esperaba, encontrar lujosas joyas...
En el suelo había varias alfombras, pensó que serían de Oriente por el estilo, encima tenían varios cojines al igual que la cama. Las paredes estaban llenas de cuadros y telas que le parecieron encantadoras. A los pies de la cama había un pequeño baúl, pensó que sería divertido ver qué habría dentro. Pues sí, había tantas cosas, escritos, libros, fotos, distintas prendas de multitud de colores... También había un escritorio pegado a la ventana, curioseó por los cajones y vio lo que esperaba encontrar: lápices gastados, plumas, folios amarilleados por el tiempo, también vio un sobre, en el interior había una carta que terminada o no, no había sido enviada por alguna razón, así que, empezó a leerla:
"Siento que todo mi mundo se desvanece, quiero una brizna de esperanza. Nadie parece considerarnos, prefieren criticarnos en lugar de conocernos. Piensan que somos brujas o algo así. Quién podría ayudarnos, nos ahogamos, cada vez nos llega menos aire... Si alguien pudiera ayudarnos, para así ayudar a todos..."
Sí, alguien había escrito aquella carta para ella, alguien que se sentía enormemente aturdido. Miró a través de la ventana y respiró y respiró hasta sentir que todo aquello era real.
Se levantó y se fue al armario, estaba repleto de ropas tan variopintas, tan deseadas por ella toda su vida. Empezó a mirar por los cajones, no sabía muy bien por qué, pero en algún lado algo esperaba ser encontrado al igual que la llave y aquella carta... Debajo de unas mantas encontró un sobre bastante grande y cerrado, dentro estaría su mensaje, lo presentía. Abrió impacientemente el sobre y empezó a ojear. Había varios papeles, papeles relacionados con la escritura de la casa, llamó su atención ¡que no aparecía el nombre del dueño de todo aquello! Su corazón dio un vuelco. En un sobre pequeño, había una carta y leyó:
"Ahí fuera hay alguien que sabrá cuidarte bien, tanto o más que nosotros, además, esa persona llegada la hora sabrá que algo le espera aquí dentro"
¿Eso era todo? Se sentía tan abrumada, tan exaltada, tan feliz... empezó otra vez a llorar. Dentro había también una pluma que debía ser la misma con la que se había escrito todo aquello. Entonces, se levantó, y aún temblando se acercó al escritorio y se sentó, cogió aquella pluma mágica y escribió su nombre y apellidos, sintió como escribía con tal fluidez, era como si la pluma llevara su mano en vez de al revés.
Volvió a mirar por la ventana y supo que había llegado su momento.