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hilos infinitos

el dolor me asusta, la muerte me persigue... no tengo adónde esconderme de ella, son lo que mas temo pero ya me han mordido el alma, la carne y estoy mortalmente herido... he de morir pronto.

en mi tumba no irá nadie, no lo deseo, prefiero morir como un perro atropellado, en un rincón, arrastrándome hasta llegar a un árbol y mirar los rayos de la luz a través de las hojas... sonreír de dolor, pues qué otra queda.

ya echado, diré palabras sin sentido, y espero que no haya nadie a mi lado... morir como un perro rabioso. si pudiera ser así, pero, es un sueño. me hallo en una cama, no puedo ni moverme y tengo a toda la familia a mi lado, llorando no sé de qué... ¿acaso no saben que ellos vendrán tras de mí?

miro la ventana cuando no está nadie en mi cuarto y recuerdo a mis amigos, mis amores, mi perro, mi madre, a dios a quien nunca he visto ni siquiera en milagros, todo eso veo cuando estoy solo y miento que deseo descansar cuando lo que anhelo tanto es mirar la ventana e imaginar tonterías como esas...

cuando vienen a bañarme me dan ganas de orinarles en la cara, pero no puedo, me han cortado el pito por el cáncer a la próstata, ya mi pincho parece una cresta de gallo... sin embargo, me sale a veces pichi de color rojo... me río de eso. menstruación, pienso y río solito. ellos pensarán que estoy desvariando y no es así, deseo reírme de mi caída a la muerte...

si gustan puedo hablarles cómo es ella. la otra noche se me vino como serpientes heladas enroscándose en mi cuerpo, en mi cabeza, en mis pensamientos... aun no, le dije. pero ella continuó su enroscada. ya sentía que mis piernas se dilataban como si fueran de hule, y miraba mi cuerpo como si fuera el de un gigante y yo un enanito metido en montañas de carne... todavía no, le dije. hagamos un trato, le dije a la muerte. se detuvo. me miró de frente. era extraña la vieja esta. cubierta por una manta oscura, mostraba el delineado de un rostros brillantemente negro, con unos ojos que brillaban como lunas ardientes, y esas manos que era como de metal, frías y silenciosas... necesito un poco mas de tiempo, le dije, un poco, hasta que el dolor me convenza que es a ti a quien quiero... se me acercó hasta tocarme el rostro y sentí como sueño, uno de esos sueños blancos, largos y despiertas tranquilo, liviano, tranquilo como un cementerio...

abrí los ojos y el día estaba tocando mi ventana... agradecí y sonreí, vivo aún, aun vivo... pero el día entro con su luz hasta mi cuarto, tenía la forma de todos mis sueños bonitos... qué me pasa, me dije. pero el día me dijo que era mi último día... gracias, le dije. cerré los ojos y sentí que mi cuerpo empezaba a desinflarse como si algo me hubiera pinchado. sentí que yo era el aire que salía del cuerpo y me diluía por el espacio... no miré atrás, pero vi a todas las caras de mis familiares, llorando, llorando, llorando... sin parar. pero yo era aire, aire, y no entendía porque lloraban si yo estaba en todos lados sin que ellos lo entendieran... y fue allí en que vi a la muerte con sus dedos de acero cercenando un pedazo de las vidas de todos mis familiares.

desde que el día vino por mí, no he vuelto a saber nada de la vida ni de la muerte, debe de ser así esto... y es mejor pues siento, o veo, o algo por el estilo que me hace ver que todo es como una sola masa... como los dedos de una infinita mano


san isidro, agosto de 2006
Datos del Cuento
  • Autor: joe
  • Código: 17207
  • Fecha: 14-08-2006
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.11
  • Votos: 35
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1857
  • Valoración:
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