es lindo ver y escuchar a un niño, sobre todo cuando te sonríe al hablar.
había laborado por mas de catorce horas, ya la mercadería estaba sobre el container y mis compañeros y yo, necesitábamos refrescarnos. la tarde se ponía, todo caía de cansancio cuando vimos en un lado de la calle, una tienda. todos estábamos sucios, pero, qué importaba eso si nos moríamos de sed. fuimos caminando hacia la bodega y en nuestra conversación, olvidamos el miedo al rechazo.
entramos y vimos a un gordo gigantesco sentado tras el mostrador que, apenas nos vio, puso sus ojos como el cañón de un rifle. nadie se movió, pero, yo siempre he sido un poco atrevido, así que di un paso adelante y el gordo, removió su volumen entero, como tapándome cualquier escapatoria. calma compañero, sólo deseamos un refresco o unas cervezas, le dije. su rostro cambió y su cuerpo se soltó, como si antes le hubiera soplado un viento para luego volverse en un muñecón fofo. son cinco por gaseosa y diez por cerveza, todo por adelantado, nos dijo. nos puso mal a todos, pero, teníamos mucha sed, así que tuvimos que pagar. nos dio las cervezas y salimos a la calle a tomarlas.
el sol estaba quemándonos hasta el alma. era el infierno, pero con agua, estábamos en un oasis. terminamos, devolvimos las botellas y volvimos hacia nuestras casas. en el viaje, vi, junto a un compañero, una pelea entre señoras. ya les dije, siempre he sido un poco arriesgado. separé a las señoras y traté de que se tranquilizaran. una de ellas decía que el hijo de la otra le había robado su cartera; la otra que no era cierto que simplemente era un inocente niño de cuatro años y que no había cogido nada de nada. de nuevo volvieron a las trenzas y vi, por primera vez, al niño que miraba la escena con los ojos mas sorprendidos que jamás había visto. volví a separarlas y al rato vino el cuidador del tren. las separó y todo volvió a la calma. la señora que reclamaba su cartera se lamentaba por su tragedia, pero poco a poco se tranquilizaba. observé que de cuando en vez el niño me miraba. me gustan los niños, así que le sonreía. este me devolvió la sonrisa y me saludo con sus manos. le saludé con las mías, y así la pasamos durante gran parte del viaje. una serie de saludos, muecas y demás juegos inocentes... hasta que el niño se levantó junto a su madre, y se dispusieron a bajar del tren. yo le miraba y este me miraba igual. de pronto, el niño se soltó de las manos de su madre y corrió hacia mí. y cuando llegó, me abrazó. eso me conmovió como pocas cosas... lo abracé y luego, le vi irse junto a su madre. todo esto ocurrió en segundos. les vi bajar y mientras el tren empezaba a moverse, le vi por última vez sonreír para mí. qué lindo regalo, me decía. el resto del camino la pasé pensando en el rostro de niño y si alguna vez lo encontraría, pero, era la primera vez que lo veía, así que, era bastante improbable que esto volviera a ocurrir. me paré cuando estaba por llegar a mi bajada, y de pronto, sentí que había algo en mi bolsillo del saco. era una cartera de mujer. me fijé si aun estaba la otra señora agraviada, y por suerte aún estaba allí. me le acerqué y le entregué su cartera. la mujer me miró como si tuviera un signo de interrogación en el rostro y no supo qué decir. lo vi tirado en la entrada señora, seguro que se le cayó... sí joven, gracias, muchas gracias, me dijo.
mientras caminaba hacia mi casa, pensaba en la sonrisa del niño y una calma inundaba mi existencia. miré la luna y sentí que también sonreía para mí...
san isidro, abril de 2007