No estás en el Messenger (me bloqueaste). No contestas mi correo. Solo escribes un cuento que me hace pensar que me quieres... uno tras otro.
Tal vez el estar enamorado de ti hace que imagine que me lo dedicas a mí. Quizás estoy equivocado y el que está de más soy yo.

Ya no se que pensar ni que más hacer.
Tal vez ese tal “K” tiene razón. Será ese a quien tú quieres o será a “F” (quien sueña porque no sabe).
Me siento como caminando por un desierto... una duna tras otra... sin horizonte, sin rumbo, sin vida, sin ti.
Nuestro amor lo veo como una flor en el Kalahari . A merced del abrasador calor.
Esa florcita sobrevive con la esperanza de llegar viva hasta la próxima estación de lluvia. Espera la noche para refrescar su carita. Suplica porque le caiga una gota de rocío que lamerá con sus pétalos.
Un día tras otro el sol le cae a plomo... sin piedad.
Ya no ve el cielo como antes... su tallo marchito se ha doblado, ahora mira hacia la arena que le recuerda que está en agonía.
La florcita porfía... tiene fe. El desierto no se apiada... la está matando.
Hoy mira asustada la arena... un pétalo.
Sabe que morirá si esa nubecita no se apiada... si no llega.
La florcita se pregunta... ¿será que ella “pasa de mí?
Una lagrimita cae a la arena... sus esperanzas de vida son poquitas.
Delira... sueña... recuerda cuando todo era verde.
Su sed la hace pensar en aquel arroyito que se forma al llover.
Quiere beber... quiere vivir...
Hoy hay viento... tal vez la lluvia llegue. Pero si lo que viene es “tormenta de arena” seca, abrasiva, furiosa, despiadada...

¿Quién llegará primero... la nubecita blanca o la tormenta roja?

Dímelo tú Julieta... tú eres la nubecita.

Joaquín