tengo una casa, grande, de tres pisos y llena de muebles viejos. sólo vivo yo en ella, y ella me quiere tanto que no le gusta que salga a la calle. cuando salgo siento que algo malo me va a suceder y durante todo el tiempo que la paso afuera, la extraño, como si fuera una parte de mí, pero tengo que alimentarme y conservar la casa que me dejaron mis abuelos, pues nunca conocí a mi padres, sólo a mis abuelos que desde que tengo uso de razón, jamás me hablaron directo a la cara. todo fue a través de notas escritas en una vieja pizarra que ellos tenían en una parte de la casa de tres pisos. así viví hasta que se fueron en su cajón. primero fue él, luego, ella. a pesar de que estaba sola, no me hablaba, y no es que fuera muda, no, hablaba muy bien, hasta cantaba, y cómo hablaba por el teléfono, era como si fuera su mejor amiga, su madre, su todo, eso era ese aparato para ella. por eso, cuando se fue en su cajón al cementerio, lo primero que hice fue tirar el teléfono a la calle, luego, quedé solo, sin nadie mas que la casa y con la nota y herencia de mis abuelos en donde me exigían que debía cuidar la casa hasta que cumpliera los treinta años. y pensar que en ese tiempo tan solo contaba con quince. vinieron unos señores que decían ser familiares pero que no se acostumbraron al silencio infinito de la casa. al poco tiempo se fueron, dejándome con una vieja, que tan solo viene por la mañana y se va al medio día. trato de no verla pues es vieja, fea y con esa joroba que parece un duende verde y con pelos blancos. la odio. por eso es que al poco tiempo dejó de venir y quedé totalmente solo. lo extraño fue que me acostumbre a estar así, solo, sin nadie a mi lado. y cuando iba al colegio, y luego a la universidad, no hablaba mas que con los profesores cuando me pedían que hablara. era la única forma. esto producto del estilo de vida con mis abuelos. muchas veces cuando estoy en la casa, apago todas la luces e imagino a mis padres, preguntándome el por qué me dejaron solo, con mis abuelos, es decir, con los muertos. y en ese silencio que me remoja el alma toda. pero uno llega a acostumbrarse, y yo me acostumbré a mi casa y a la soledad. cuando no tengo nada que hacer, compro latas de pintura y pinto día y noche hasta que todo esté terminado. luego, salgo al calle y la contemplo, como su fuera una obra de Dalí, o Picasso, o mía en otras palabras. el tiempo pasa y ya cumplí los años requeridos, pero no puedo vivir mucho tiempo alejando de ella. la extraño, sobre todo cuando llega el día tímidamente por las anchas ventanas, o cuando enciendo las velas en toda la casa, produciendo esas formas, sombras con vida propia. me encanta esa forma de vida de la casa. muchas veces me quedo contemplando desde la ventana a la gente que pasa. les escucho, ríen, de mi según creo. pero no les hago caso. una vez entró un ave a la casa, y me gustó su manera de mirarme. la vi como volaba de una sala a la otra, luego, de un piso a otro, y lo que mas me gustó fue cuando se estrelló contra la ventana de vidrio. era gracioso verla esforzándose por salir. iba abrirle la ventana pero no, decidí no hacerlo y ver que por ella misma encontrara la salida. al día siguiente la vi tirada en el piso, llena de sangre y con el pico roto y con las hormigas que se le metían por todas partes de cuerpo. no la toqué hasta después de una semana. cuando volví a verla, era una cosa seca de plumas. la cogí y la eché al tacho de basura. limpié la ventana ensangrentada y seguí en lo mío. otra vez entró un perro, era bello el perrito y le gustaba estar pegado a mí. eso no le gustaba a la casa porque se meaba, cagaba en cualquier sitio. tuve que abrirle la puerta, pero este loco no se movió. no le di de comer, nada. y cuando yo merendaba, veía su cara y su lengua y sus patas que no cesaban de empujarme. pero no le hice caso. una vez terminado de cenar, abría la puerta, pero era inútil, no se movía de la casa. por suerte llegó un día, luego de semanas en que lo vi tan flaco que ya no se cagaba no orinaba, pero sí que se comía la madera y los retazos de tela de la casa. al poco tiempo lo vi cagando sangre y mierda y le vi caer de debilidad en el piso. lo mismo, tuve que llevarlo a la basura. desde esa fecha no he vuelto a ver ni un se vivo, aparte de los bichos y ratas que pululan como yo por la casa. una tarde en que estaba sentado en el parque que está al lado de la casa vi a una señorita sentarse a mi lado. me pregunté qué querría de mí y de la casa, así que no abrí la boca. pero ella sí que la abrió y no dejó de hablarme por horas. yo le miraba los ojos, la piel, su ropa, sus manos, sus dientes y sentí que sería como un bello adorno para la casa. me levanté pero antes le cogí la mano. ella sin saber por qué se dejó llevar por mí. entramos y ella se quedó anonadada de la casa. no cesaba de hablar, de bailar de un lado a otro. yo miraba las paredes, los cuadros, las escaleras de la casa y pensaba en dónde podría quedare mejor.de pronto, cuando se puso frente al inmenso espejo de marco dorado de la sala, supe el lugar. mientras ella se miraba y bailaba frente al espejo, me movía a prisa y con un martillo fui hacia la joven. ella seguía mirándose sin darse cuenta de mis manos levantadas dispuestas a golpear su bella cabecita. mientras daba paso tras paso, ella seguía hablándome, y yo miraba de reojo las paredes, los cuadros, las ventas, el piso y todo ellos me decían los mismo. sí, sí, hazlo, hazlo por nosotros. una vez en el piso, la desnudé y puse sus ropas en una maniquí de mis abuelos. antes había limpiado sus ropas, y su cuerpo lo había puesto bajo cuatro metro abajo del jardín de la casa. fue bello ver ese maniquí con esas ropas frente al gran espejo, y mas bello fue cuando, al cabo de meses, vi un hermoso árbol brotar del jardín. no sabía qué nombre ponerle, pues nunca supe el nombre de la bella joven, así que le puse el nombre de "ella". cada tres días la regaba por la noche, y veía cómo la gente pasaba por la casa y me miraba con cierta timidez, como queriendo conocer la casa de mis abuelos. aún salgo al trabajo del Banco y sigo contento con la casa, pero, uno a todo llega a casarse, sobre todo cuando ve que las paredes de la casa se desgastan y desgastan, y las ventanas se ahumean mas y mas con el tiempo, y los jardines se vuelven mas y mas salvajes, sobre todo ahora en que no tengo fuerzas, y casi tengo la misma cara que mi abuelo, pero, estoy solo, o, mejor dicho, solo en la casa.
san isidro, noviembre del 2007