La chica orda no va cascabeleando como otras jovencitas que pasean su frescura por la cara del mundo.
La chica gorda pesa, pesa tanto que camina por sus pasos con pesar.
La escalera a su segundo piso se enfrenta a sus pulmones y a su calor como si la condujera a los infiernos.
La chica gorda carga sobre sus huesos su propio cuerpo y el de otra persona más. Y ella, toda hecha superficie, no puede evitar que las miradas vengan a su magnetismo como cabezas de aguja arracimadas en el alfiletero.
Miradas, siempre las miradas.
La chica gorda baja la suya al suelo y finge. Su cara blanca de poca salud, de anemia, de ojeras y de amabilidad doméstica, se vence y desanima como las ramas de un sauce al que el viento nunca ve de frente.
La chica gorda no tiene un problema. La chica gorda lo es.
Conozco sus dimensiones, las que navegan por las aceras, pero ignoro el tamaño de su felicidad o su desgracia porque eso son cosas que van por dentro de la gente como plomos o como plumas, que nadie puede adivinarlo.
La chica gorda sabe seguro que las cosas, cualquier cosa, los sentimientos incluso, germinan más fácilmente entre las tallas pequeñas.
La chica gorda está condenada a producir admiración y sonrisa, a sentir que se murmura. Ella deberá ser simpática, temperamental, arrojada y lista, para con ello confeccionar un toldo que la cubra y proteja de un tiempo adverso, o tal vez de todo el tiempo.
La chica gorda tiene poco territorio donde plantar sus esperanzas e ilusiones, poca almohada donde fundar su pensamiento, cuando se dibujan tan inalcanzables los héroes de la pantalla como los compañeros de instituto.
La chica gorda, acompañada de sí misma, entorna los ojos y descansa de verse por un momento.
La chica gorda.
La chica gorda no sabe, cómo habría de saberlo, que ha nacido en mí una idea para ella:
La soñaré. Pienso soñarla esta misma noche con toda mi buena fe, sin perversiones ni condolencias.
Muy poquitas veces se sueña con chicas tan imperfectas. Yo la soñaré en términos de igualdad, con cariño y sin más. Y cuando se recueste en su gruesa cama y la fuerza del sopor la haya vencido, recibirá, quién se lo iba a decir a ella, la visita anónima de un sueño, el mío, que ahuyentará por unas horas, con una leve caricia, los demonios de su frente.
Esta noche para la chica gorda será distinta a la de ayer y lo sabrá mañana.
La chica gorda esta noche podrá dormir pacífica, más confortada y serena, porque la chica gorda esta noche se sabrá soñada.
es un relato muy bonito, sigue asi, que tu vales un valer.