todas las tardes buscaba mi destino. me paraba en el paradero dl bus y esperaba que algo me llamase la atención. así estuve por mas de cinco años. una tarde me encontré con dos amigos de la infancia. me invitaron a tomar una cervezas. les dije que estaba esperando, que lo sentía. no importa, dijeron, espera, sigue esperando que te traemos las cervezas aquí. esperé a los dos amigos y al cabo de unos minutos, regresaron con una caja de cervezas. sabía que estaba prohibido tomarlas en la calle, pero ellos trajeron vasos descartables y sin pensar mas nos pusimos a tomarlas. hablamos de nuestros padres, esposas, hijos, amigos, y, al cabo de unas horas, ambos se despidieron de mí. quedé en el mismo lugar pero estaba mareado. no sé como, pero me cogió un sueño terrible y quedé dormido, totalmente dormido sentando en el paradero del bus.
cuando se le ve a un hombre echado en una banca del paradero, mareado, se llama a las autoridades y estos lo cargan y se lo llevan a la comisaría. eso hicieron conmigo, pero, mientras todo esto ocurría tuve un sueño muy especial. soñé que era un gran monarca, tenía una gigantesca fortaleza de color blanco, de paredes tan latas que mareaba verlas y estaba construida sobre un arrecife. era poderosa. mi familia estaba a mi lado, mis amigos también y cada noche, todos, nos poníamos a contemplar el mar y la luna. una noche me percaté que el mar estaba diferente, movido, demasiado quizá uno de mis familiares me dijo que mirara hacia el fondo, el horizonte, y, aunque no se divisaba con claridad el fondo, podía ver que las olas crecían y crecían hasta volverse terriblemente peligrosas para mi castillo. será un maremoto, pensé, pero, confiaba en mi castillo y mandé a todos a descansar dicha noche. quedé solo y de pronto vi que desde lo mas alejado de donde me hallaba vi un estruendo, como si hubiera reventado una estrella, o un cometa hubiera caído desde el cielo azul. no sé, pero, me puse a esperar, a esperar lo inesperado. vi como todo el horizonte se callaba, esperando algo especial. vi como hasta el mar temblaba y noté que el color de sus aguas se volvían de color azul eléctrico. noté que ya no reventaban las olas, no, ahora notaba que el mar se hacía como una inmensa piscina azul quieta como un gras y noté, además, que sus aguas se encrespaban de una manera diminuta, como si estuviera lloviendo, pero no llovía. me quedé extrañado cuando desde el zenit del mar y el cielo vi que brotaban como estrellas reventadas, seres mitológicos. allí estaba un caballo blanco con alas volando hasta pasar por mis ojos a no mas de unos metros, era inmenso y hermoso, poderoso; un centauro blanco corriendo a través de una nube pidiéndome un poco de paciencia, que ya vendría el fin de mi espera; un dios de cabellos blancos, con un tridente de luz salía junto a una hermosa mujer, banca como el mármol hasta llegar a posarse y sentarse a mi lado. ambs estaban desnudos y flotaban por los aires, mientras de los cielos bailaban como ángeles, seres hermosos, diabólicos, de todo lo inimaginable, y, blancos. nos miraban, esperaban nuestras palabras. el dios se puso a mi lado y con su tridente me atravesó la garganta, la cogió y se la comió, junto a su mujer. luego ambos dioses empezaron a despedazarme hasta quedar en un cúmulo de ideas sueltas, anhelos y deseos. mira, dijo la diosa, aún sigue esperando. ¿qué esperas?, preguntó el dios. no lo sé, respondí, pero, ya que ustedes están, podría decirme si, ¿soy dios?. sí, respondieron, para luego saltar por todos los muros del castillo e irse volando hacia el fondo del mar. yo era una especie de silencio, un punto pacífico, un sueño quizá, y, allí continuaba mi espera. no pasó mucho tiempo cuando vi que el día llegaba y lo que quedaba de mi existencia empezaba a flotar por los cielos, hermosos. vi como me unía hacia un sol maravilloso mientras toda mi familia decía adiós. no volví a mirarlos y cuando estuve cerca al sol, pregunté: ¿soy dios?. el sol me dijo con una gran y luminosa sonrisa que era mas que dios. era un sueño, un sueño de un ser humano. luego, desperté.
estaba dentro de una cárcel, junto a muchos seres del mal vivir. pedí ayuda y al cabo de unas horas me soltaron. ya en la calle miré hacia el cielo y el sol parecía gritarme con una sonrisa que era mas que un dios. sonreí y dejé de esperar, y, comencé a vivir como un ser humano. sí, eso fue lo que hice.
san isidro, julio de 2008