llegué a la feria del libro y encontré a un viejo amigo. hablamos de libros, mujeres, amigos y de la muerte. de pronto una mujer muy alta y bella entró a la feria, justo al lugar en donde nos encontrábamos. ella me miró a los ojos y preguntó por mi nombre. yo soy, le dije. ella sonrió y vi que sus dientes eran demasiado grandes para su hermosa boca, pude ver un finísimo hilo de sangre entre sus muelas, paseándose como una sierpe. ¿me recuerdas?, preguntó. no podía recordarla, pero le dije que sí, pues, era demasiado bella para negarme. tengo hambre, dijo, ¿me invitas.?. no puedo, le dije, tengo que ir a mi casa, me espera mi madre. no sé cómo pero vi como si sus ojos se abrieran tanto que pude verme retratado en sus pupilas, luego, empezó a reírse sin parar, pero su risa era como un solo de violín, suave, dulce, intensa y. fría. dejó de reír, dándose media vuelta para desaparecer de la feria. mi amigo y yo quedamos en silencio por un momento, mirando las huellas de su sonrisa en nuestras almas. ¿quién será?, me preguntaba. miré a mi amigo y volvimos hablar de lo mismo: libros, autores, mujeres, música y de la muerte. me despedí y salí a la calle. subí a mi auto y fui directo a mi casa. cuando llegué a la entrada de casa vi todas las luces apagadas. me extrañó mucho pues mi madre era una mujer nerviosa y miedosa. entré y la llamé. respondió mi llamado y dijo que estaba en la cocina. entré y la vi sirviéndome un plato de sopa sobre un viejo plato blanco de losa. gracias madre, le dije cogiendo el plato. me senté y antes de tomar la sopa encendí la TV. cual fue mi sorpresa al ver a la bella mujer en la pantalla de televisión. hablaba de libros y de la muerte. a su lado había un hombre bastante parecido a mí. ¡es mas, era yo! les vi conversar e irse caminando por la vieja feria del cual había estado no hacía mucho tiempo. no me lo explicaba cuando mi madre apagó la TV. volví a respirar pero cuando me iba a parar vi que toda la casa empezaba a oscurecerse hasta el punto de ver todo de color negro, y, mucho silencio. ¡madre!, grité, pero tan solo escuché la risa de la hermosa mujer que viera en la feria. ¿estoy muerto?, pensé. no, aún no, escuché la voz de la mujer pero dentro de mí. empecé a gatear pero nada, nada me parecía familiar. de pronto vi que una luz salía del fondo de un lado de ese lugar. vi una persona que avanzaba hacia mí, y cuando estuvo frente a frente pude ver que esa persona era yo. le pregunté quién era él. sonrió tanto y tanto que supe que era la misma risa de la bella mujer. cerré los ojos y quise escapar del aquel estado o espacio. y cuando los abrí estaba sentado frente a mi amigo de la feria, con una copa de vino, hablando de lo mismo de siempre: libros, autores, amigos, mujeres y de la muerte.
san isidro, noviembre de 2008