estaba escribiendo un cuento sobre la noche cuando alguien tocó la puerta de mi cuarto. pregunté quién era, pero nadie respondió. seguí en mi cuento cuando de nuevo escuché a la puerta sonar. le levanté y abrí la puerta. había un perro de color negro que estaba apoyado sobre dos de sus patas. buenas noches, me dijo, ¿puedo vivir a tu lado?. necesito un amigo, uno solo para vivir contento. no podía creerlo, pero me gustó escuchar a aquel perro de color negro. pasa, le dije y el perro pasó, buscó un poco de comida que estaba sobre la mesa de mi escritorio y de un solo bocado se lo tragó. ¿tienes agua?, preguntó. si, le dije, allí, junto al caño hay una jarra de agua, puedes tomar lo que quieras. el perro me miró a los ojos y me dijo que si yo era tonto. le dije no. entonces, cómo te explicar que yo pueda abrir la jarra sin romperla. entiendo, respondí. busqué una olla y la llené de agua. el perro de color negro bebió durante largo rato, luego, se puso cerca de mis pies. se enroscó y cerró los ojos para dormir. me dio gracia, pero me sentí contento, luego, seguí con mi cuento. miré al perro de color negro y este estaba sonriendo, yo también.