No dejo de pensar en esta historia.
Pero lo que ocurrió aquella vez quisiera a veces borrarlo de mi memoria.
Mientras estaba sentado en la banca del Parque Central, leía cómodamente el diario de la mañana.
Era temprano.
No transitaba nadie.
Apenas un barrendero que se retiraba del lugar y un vendedor de diarios que, despues, desapareció de mi vista.
Una esbelta mujer se acercaba con dulzura a mi lado. Una bonita figura. Una bonita cara.
Le lancé unos agradables piropos y sonrió.
Me provocó conversarle, pero me quedé sentado en la banca.
De pronto un auto se detuvo rápidamente. Las llantas dejaron un chirrido ensordesedor.
La chica se asustó. Yo, también.
Dos sujetos salieron raudamente del vehículo.
Se acercaron a la joven y a golpes la metieron al auto.
Supuse que el auto arrancaría al instante, pero no fue así.
Fueron salvajes.
la chica gritaba y gritaba. Nadie aparecía.
La desnudaron.
Le quitaron la ropa.
En medio mi desesperación me sobreparé.
El chofer que estaba dentro de aquel vehículo se percató de mi intención, sacó su brazo izquierdo y me apuntó con un revólver.
El griterio seguía.
Aparecían algunas personas y se quedaron sorprendidas mirando la escena.
La mujer estaba desnuda. le quitaron la ropa.
Sonaron varios disparos y calle quedó en silencio.
La puerta del auto se abrió y arrojaron el cuerpo al asfalto.
No saliamos del asombro.
Sangre por doquier. Una mujer masacrada. Sabe Dios quien era, pero lo cierto, nadie se acercaba ante tan macabra escena.
El cuerpo seguía allí. Y no podía hacer nada.
Luego, conmocionados, todos nos acercamos.
La mujer había quedado sin vientre y sin senos.
Su rostro estaba desfigurado.
Le cortaron la lengua.
Le sacaron los ojos.
Una escena espeluznante.
Un vómito me sobrevino. Otros hicieron lo mismo.
Más adelante un nuevo grito escuché y, tal vez, se repetiria la misma escena, pues, depues de unos balazos se escucharon para despues quedar todo en tranquilidad.