Yo sabía que ella era más extraña de lo aconsejable. Su mirada fue como la de una maestra de secundario a las siete de la mañana. Yo ya lo sabía pero a pesar de todo insistí. Ella tenía cuatro lunares verdes en esa nariz tan pequeña como la de cualquier ñato recién nacido. Estábamos en el pasillo esperando que nos atienda el Sr. Carrizo que según lo que había dicho uno que tenía anteojos era un buen tipo. La cola, que llegaba hasta la esquina según comentaban los que venían a buscar los últimos formularios, era mayormente femenina.
Yo la volví a mirar y esta vez me quedé como cinco o seis minutos, hasta que tuvimos que avanzar unos cincuenta centímetros. Ella, que estaba atrás mío, trataba de completar el formulario con datos que me parecían inventados.
La ansiedad era generalizada porque una oportunidad como esta no se había presentado en meses. La mayoría de los hombres de la estación estaban encerrados por los disturbios del 14. Yo pude escabullirme gracias a que llevaba mis credenciales del F.U.D.E.
Apenas me distraje un segundo ella ya tenía dos lunares amarillos en los ojos. Y ni siquiera se reía de mí al abrir la boca cuando me di cuenta. Ella tenía cara de sin vergüenza pero la disimulaba bastante bien con su fraquesito blanco. Cuando le iba a preguntar su nombre, porque ya era casi un hecho, le aparecieron tres o cuatro azules en la frente, en el medio de la frente. Me habían dicho que después de los amarillos venían los azules, pero yo nunca los había visto, además verlo así adelante de toda la fila era como una humillación para mí.
Ella se sonrojó y me pidió disculpas. Yo las acepté porque no la conocía y porque me caía bien. Por suerte la policía pasó y no se dio cuenta. Nunca me falló mi sexto sentido y en cierta manera me sentí orgulloso de eso; ella era realmente extraña. Yo aproveché la ocasión y le pregunté su nombre. "Xaviera" me dijo y no bajó la mirada. ¡Ella era más extraña de lo que pensaba!, ¿porque no bajo la mirada, porqué los azules así nomás?, ¿sabría que se podía lastimar?. Estuve pensándolo como diez minutos y se lo dije. Ella me aclaró que estaba al borde de las violetas y yo le pedí que por favor se controlara, que no nos haga eso a los demás de la fila. Ella me dijo que podía controlarlo hacia una sola persona y que había pensado en mí. Yo le dije que era demasiado, que ya había visto los verdes, los amarillos ¡y los azules!. ¿Cómo podría tolerar las violetas a las nueve de la mañana y sin frapé?. ¿Es que acaso no se daba cuenta de que la había cubierto solo por ser gentil?. Casi me exalto y empiezo a gritar cuando apareció la policía y se la llevó. Esto se está poniendo cada vez más difícil.