mi perro no cesaba de ladrar. me acerqué a la puerta y vi que era el cartero. la abrí y recibí una carta. era la misma de siempre, una carta de ella, sin nombre ni dirección. le pregunté cómo era esto posible al cartero, y este alzó los hombros y movió la cabeza de lado a lado, haciendo que sintiera que estaba frente a un péndulo de un reloj. bajó los hombros, colocó las demás cartas en su maletón y dándome las gracias, se alejó de la puerta de mi casa. entré con la carta en mi mano y la abrí. era una foto, pero la foto de una niña de tres años y una nota diciéndome que esa era ella. graciosa foto, pensé. había además un poema en donde hablaba de los árboles, los perros, los hombres, la mujeres, etc. me gustó el poema y guardé la carta junto a las mas de cien cartas que recibiera a lo largo de cinco años. siempre tuve la ilusión que algún día nos veríamos pero esto no ocurría. guardé la carta y me cambié para irme a trabajar. salí a la calle y en cada niña que veía de cinco años quería reconocer la remitente de mi carta. extrañamente, todas las niñas con que me encontré en el camino, sonreían, como si cada una de ellas fuera un pedazo de la foto de la niña de mis cartas. no seguí pensando en esto y continué mi camino hasta llegar a mi cetro laboral. entré y vi a mi jefa frente al mostrador de antigüedades. muy tarde don jose, me dijo. disculpe señora, pero... ya sabe... otra carta. ah!, eso era, está bien, pero que no esto no sigua así, por favor. gracias señora y la vi entrar a su oficina, dejándome el asiento para que atendiera al público. por un momento sentí que la niña de la foto, que era la primera foto fuera a entrar a la casa de antigüedades, pero el tiempo pasaba y sólo entraban clientes, extranjeros, amigos, proveedores y demás, pero, ninguna niña. de pronto, la dueña del local me llamó un momento. entré y vi un marco de una foto, pero sin foto. el corazón se me iba a salir. la dueña era casada, es mas, felizmente casada desde hacía mas de treinta años. contaba con mas de cincuenta años y tenía ya nietos. don jose, por favor, ayúdeme a colocar estas fotos en su lugar... me acerqué con el corazón en la mano y revisé cada una de las fotos. no era ella, la foto que faltaba en el marco, era la foto de su esposo. terminé de limpiar las fotos y volví a mi puesto hasta la salida del trabajo. me despedí y volví caminando hacía mi casa, pero, en mitad del camino quise irme a un cine. revisé el listín cinematográfico y vi una película que me atrajo. vi el horario y la dirección y no dudé en tomar un auto para llegar a la hora exacta en que comenzaba la función. llegué justo a tiempo y cuando la película estaba por empezar vi a una niña sentada a mi lado. hola, me dijo, ¿recibiste mis cartas?. sí, respondí, cada una de ellas, gracias por escribirme, nadie lo hace, desde que mis hermanos se han casado ni siquiera los vecinos me escriben, gracias niña linda. de nada, no lo olvides, es un secreto, dijo la niña a quien no pude distinguir por la oscuridad del lugar pero sí escuchar y sentir que estaba a mi lado. la película terminó y cuando las luces empezaron a encenderse vi que el asiento estaba desocupado. visiones, me dije, cierto, mucho trabajo y mucha soledad. me fui caminando hacia mi casa y cuando llegué, mi perro me esperaba con la olla en la boca, el pobre no había probado un solo bocado. le serví y me senté sobre mi escritorio y volví a revisar y releer una que otra carta que recibiera durante mas de cinco años, y sin saber cómo, me quedé dormido con las cartas en la cara, vestido y apoyado sobre la mesa de mi escritorio, tal como un niño...
san isidro, marzo del 2007