LO QUE DICE LA EVIDENCIA OVNI
Es verdad que, a pesar de lo extendido del tiempo en que los Ovnis se manifiestan, sabemos relativamente poco de su naturaleza, probable inteligencia y propósito.
Esta certeza inobjetable contradice la costumbre de aprisionarse en una idea taxativa que identifica el enigma con la pincelada del criterio sin otros atenuantes que la seguridad de la creencia personal alejada de la crítica imprescindible sobre cada elemento constitutivo de lo que llamamos "fenómeno" especialmente si la palabra "fenómeno" va precedida a la sigla OVNI.
No esta mal "creer" pero no es una de las posturas más edificantes para la resolución del problema, menos si nos paramos sobre un supuesto de por sí liviano para identificar seguidamente los múltiples cuerpos del andamiaje fenoménico sin perder una posición facilista.
No basta que algo sea extraño para ser Ovni. El Ovni no es un grupo de misterios explicables con la teoría extraterrena y nada más, no se apegan a su universo los fantasmas ni los muertos, las mancias ni los monstruos oscuros de la mitología, y si lo hacen deben inexorablemente mostrar lazos razonables, investigación concienzuda, sin que nos extraviemos en el sondeo del misterio que comienza con la necesidad de dar una respuesta. Extraviarse es fácil en muchos temas pero en éste lo es aún más.
La idea que las mutilaciones son efectos colaterales o principales de la presencia Ovni no solo suena caprichosa y arriesgada, pudiera ser ésta una premisa tan desligada de la naturaleza del objeto de estudio que podría, como dijimos antes, hacernos perder las pocas certezas que se poseen para meternos en un vendaval de confusiones inconducentes si el objetivo es trabajar con criterio y mesura.
Que las aparentes mutilaciones posean un índice elevado de extrañeza es aceptable, pero la extrañeza no puede ser un puente hacia cualquier sitio sino que representa un enigma por develar dentro de las posibilidades con que se cuenten.
Que los Ovnis aparezcan en las zonas de las mutilaciones también pudiera suponer una sospecha atendible que debe manejarse con juicio pues lo que puede sonar terminante en esta materia arrastra tras de sí elementos colaterales que nos conducirían a colacionar todo hecho ocurrido o por ocurrir en las zonas de actividad Ovni, incluso aquellos menos "raros"; es que la idea de una asociación tiene consecuencias sobre los restantes elementos del paisaje Ovni. Si estamos determinados a sostener que una luz observada cerca de un campo donde se ha encontrado una vaca mutilada es signo de intervención de la rareza también puede serlo la conducta animal, la conducta humana, los accidentes, los extravíos, los estados climáticos... casi cualquier cosa que se encuentre en el área de influencia del fenómeno, la postura de asociación determinante facilitaría cualquier conclusión peregrina si no se establecen lazos concretos sobre la interacción.
La casuística está salpicada de estas asociaciones en buena parte del mundo, acaso más atadas a una especulación asistemática que a verdaderos hechos. Las mutilaciones, sin embargo, representan un porcentaje exiguo, y si contamos los casos donde realmente es posible atender una conexión directa, una luz o un objeto interaccionando con un animal vivo y que luego se halla muerto, veremos que el número decrece hasta cifras casi inexistentes y que para peor poseen márgenes de sospecha que deben tomarse en cuenta antes de determinar que efectivamente el Ovni se relaciona a una mutilación por evidencia directa.
El error primigenio es el de la comparación de la fisonomía fenoménica con modelos locales y terrestres. Mientras el Ovni crece en complejidad a la luz de los datos y adquiere múltiples dimensiones que lo rubrican como evento físico-sociológico, las corrientes más tradicionales se apegan a la observación plana en la que la inteligencia observable en el Ovni es producto de seres semejantes a nosotros, con urgencias similares, con defectos y fallas diversas. La asociación plana llega a sentencias rápidas; si los ovnis merodean las mutilaciones seguramente las producen, si las producen tienen un propósito, el más lógico es alimentarse, por lo tanto los extraterrestres, o una parte de ellos, come carne y es capaz de negociar con los gobiernos terrestres algún acuerdo en ese sentido. Aunque suene a humorada de verdad ha ocurrido y miles siguen esas pistas.
Preguntemos por un momento: ¿Una raza extraterrestre que se alimenta de la carne?
¿Cuantas vacas necesitaría una comunidad así? ¿Les bastara con unas pocas miles en 50 años solo para aprovechar algunos órganos internos?
O ¿Están experimentando?
¿Cuantas vacas deben mutilar para concluir su investigación? ¿Diez mil, veinte mil, un millón?
Si vamos a pensar en dos dimensiones las respuestas no pueden dejar de ser por lo menos razonables. Ya que los supuestos extraterrestres parecen no poseer tecnología de clonación que les ayudaría a reproducir de una sola célula animal un animal completo, o miles, o cientos de miles de ellos, debemos concluir que se trata de entidades bastante menos evolucionadas técnicamente de lo que sospechamos, para peor son bastante crueles en sus actos y la carnicería que protagonizan parece no responder a lo que sí se ve con mayor detalle en el fenómeno Ovni; Nos referimos a un dominio tecnológico absoluto, sorprendente, incontrastable.
¿Son estos seres los gobernantes de esas luces increíbles, de esos discos que juegan con los aviones, que surcan el espacio estelar, que aparecen o desaparecen a voluntad?
¿No se parecen estos seres más a los hombres con sus métodos y propósitos que aquellos que se manifiestan en el cielo?
Lo porcentajes casuísticos no solo orientan a otra explicación o parentesco en cuanto a números y porcentajes de incidencia, tampoco la performance de la rareza parece indicar una asociación fortuita a la mutilación y en efecto no es una constante lo suficientemente probada como para unirla al conjunto Ovni como parte de su basamento fenoménico pues, mientras las mutilaciones son esporádicas, irregulares, inconsecuentes con el resto del complejo fenoménico, los Ovnis mantienen sus aristas visibles en armonía, aumentando o decreciendo su intensidad pero sin alterar los aspectos ya clásicos de su intrínseco orden.
Las mutilaciones corresponden a otro espectro de cosas y si bien pueden mantener una lógica propia o una consecuente línea de acontecimientos ello no es indicativo de una naturaleza extraterrestre presente por más que los medios y las personas se abigarren a la hipótesis que los carniceros del espacio están haciendo de las suyas otra vez.
La asociación entre las reces locales, su suerte trágica y los ovnis no hubiese estado a la mano si no fuera por inquietantes antecedentes.