salí con mi perro y este vio a otro perro. ambos ladraron aunque sólo fue eso, ladridos. ambos estaban atados a una cuerdas, pegadas a las manos de sus dueños. mi perro y yo éramos mas pequeños que la otra pareja. me dije qué pasaría si ambos soltáramos a nuestros perros. lo solté y vi cómo el otro animal lo esperaba con sus fauces abiertas. ambos se unieron en batalla normal y vi cómo mi perro era zamaqueado una y otra vez por el perro del otro señor. tuve que coger un palo y pegarle antes que mataran a mi perro. lo soltó y vi a mi perro casi lleno de sangre por todas partes del cuello. volvimos a casa y noté que aún quería seguir peleando con el otro animal. pero, cuando llegamos a casa mi perro cayó al piso, con un chorro de sangre mojando todo el piso. ¡te mueres!, grité. dios, me dije, lo llevé al veterinario pero mi perro ya no estaba a mi lado. lo enterré y entré a mi casa. aún salgo a la calle y veo al otro señor con su perro. espero venganza y por ello me he comprado un perro mas grande. lo he soltado y este lo ha masacrado al otro perro. el dueño con un palo ha golpeado a mi nuevo perro, pero este se le ha ido encima al señor. he tenido que cogerle pero este se vuelve loco cuando ve sangre. he cogido un cuchillo y le he incrustado varias veces a mi perro. vi al señor ensangrentado y le he llevado al hospital. ha llegado pero ya sin vida. me han detenido y me han acusado de un crimen. y ahora estoy tras las rejas, solo, aunque, mas tranquilo, recordando a mi primer perro. paseando por las calles, ladrando porque así le gusta, cagando por los jardines de toda la zona. le extraño, pero me siento mas tranquilo. sí, eso me digo aunque recibo cartas y fotos de animales de todos tipo en mi cárcel. espero que cuando salga la gente se olvide de mí, y pueda salir a la calle a pasear, esta vez sin nadie mas que mi sombra.
san isidro, septiembre de 2008