A quien le importa si me estoy muriendo y mi madre agoniza día a día... Como esas perras arrinconadas en un oscuro pedazo de árbol... Mire la puerta de casa... El olor a eses y el frio metálico de casa me hizo sentir que debía irme para siempre... Mire el cuerpo de mi madre... Echado sobre una vieja cama con olor a orín y polilla, mientras moscas y bichos se acercaban a su esquelético cuerpo... Me puse la ropa más clara, cogí unos billetes de la cartera de mi madre y salí a la calle... Encendí el auto y partí sin rumbo... La luz roja de un semáforo detuvo mi auto... Mire el color ámbar y luego verde y luego el rojo... Me gustó el rojo, y estuve quieto por un rato... La gente de los otros autos tocaba su claxon, pero no hice caso hasta que llegó la policía y seguí mi camino hacia la nada... No sabía adónde ir... Supe que toda mi vida estuve perdido, encerrado en una casa pequeña junto al lado del cuerpo de mi madre... Ella no hablaba nada... Yo menos... Era una relación tranquila hasta que me dejó... No pensé en volver, pero, no tenía adónde ir... Volví a casa y la limpié totalmente... Llame a la ambulancia y se llevaron el cuerpo de ella... No sabía qué hacer en casa... Y me puse a dormir por largo rato... El teléfono sonaba, pero jamás contesté... Me quise bañar y me quité la ropa... Ya frente al espejo no supe quién era yo... Solo sabía que estaba perdido y ya estaba cansado de ello... Subí al tercer piso y miré el cielo negro... Llame a Dios... Pero este no demoro en venir y hablo desde mi alma... Me dijo que hiciera algo bueno con el resto de mi vida... ¿Y pregunte si podía escribir?... Asintió... ¿Y de que escribo?... De nuestro amor, respondió