* pepona *
Soledad
La indiferencia del mundo nos gana, nos invade sin hacernos reparar en los mas mínimos detalles de nuestro entorno.
Caminamos, vemos un bulto... una sombra... algo... y seguimos como si fuera ya parte del paisaje ciudadano. No nos detenemos a pensar en la figura humana que se desdibuja junto a los muros...
Sin embargo hay allí un ser emotivo, inteligente, pensante...
Mientras, el vagabundo enroscado en los umbrales del templo, no logra escapar al sortilegio que le produce el primer reflejo del sol. Los rayos de luz que se filtran por los vitrales, bailan una danza frente al fuego y la aurora termina con las largas noches de padecimientos y dudas.
Si de la nebulosa de su cerebro lograra extraer algunas frases cargadas de poesía, veríamos que sin obedecer ninguna regla, transmitirían al mundo un mensaje sobre el abandono a que se hallan sometidos los seres, que como él, han transgredido algunas pautas de la mal llamada conciencia social.
Es el aviso que, con su sola presencia, denota el olvido con el que la sociedad premia a algunos desvalidos que se han quedado solos.
Ellos en su fe inquebrantable recurren a ese amparo de Dios donde en una mezcla de confianza y misticismo, pretenden hallar paz y cobijo a su sufrida existencia.
¡Es trágica la vida... ¡Menos mal que nosotros estamos por acá, saltando de tarro en tarro, distrayendo la soledad, maullando frente a un vestigio de alimento, avisando de las sobras generosas, que si no...!
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