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había mucha luz en el cuarto. eran cinco focos de 100 watts. miré el contenido del cuarto: una cama pequeña, desordenada; dos mesitas de noche a cada lado de la cama; una silla; una lámpara negra sin foco; piso alfombrado; una ventana desde el suelo hasta el techo; una puerta pequeña, es decir, no llegaba al techo y no tocaba totalmente el contorno de su marco, la chapa era dorada y una llave muy grande la adornaba. me acerqué a la ventana y encendí un cigarrillo, tenía ganas de fumar. estaba en un segundo piso de un hotel de muy mala muerte; dos negros estaban fumando como yo; un auto antiquísimo estaba detenido en la puerta; dos gatos me miraban desde el edificio de enfrente que era también un hotel. hacía frío y decidí cerrar la ventana. lo hice y miré la cama nuevamente cuando escuché el sonido de pasos, acercándose.
Los pasos se detuvieron, quizá porque era la única que tenía luz, y una muy intensa. cinco focos era una locura para un cuarto tan pequeño en un piso de cinco cuartos. apagué mi cigarrillo y con mi mano en mi saco, apreté mi puñal. tocaron la puerta. troqué mi voz por una con mas fuerza y profundidad. ¿eres tu?, escuché la voz de una mujer, pero, yo no esperaba a mujer alguna. había salido de mi casa por una pelea con unos vecinos y caminé y caminé hasta que supe que volver era necesario, pero, al ver la hora y el lugar, había decidido meterme en cualquier hotel para pasar la noche y aquí estaba. ¿eres.?, volví a escuchar. ¿quieres entrar?, pregunté. silencio y más silencio, sentí que en cualquier momento aquella mujer se iría. una mujer, pensé, ¿bonita?, ¿alta?, blanca?. me acerqué a ver a través de la rendija y vi que la mujer también había bajado los ojos hasta ponerlos en el mismo hueco que yo, así que nos chocamos los ojos.
Me reí y asusté al mismo tiempo. abrí la puerta y nada. tan solo los rápidos pasos de aquella mujer de ojos como espejos. cerré la puerta y decidí salir de aquel hueco. pagué de todas manera y tomé un auto hacia mi casa. se detuvo un auto. le di mi dirección y partimos. mientras me alejaba recordé que no había apagado las luces del cuarto, así que me puse a mirar la ventana encendida y para mi sorpresa vi la silueta de una mujer, mas, la sombra de dos manos que parecían querer ahorcar a dicha mujer. volví la vista y no quise mirar mas hacia atrás. llegué a mi casa y pagué al auto. me detuve en mi casa y antes de entrar, encendí un cigarrillo. san isidro, octubre de 2008
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