Los telescopios, también llamados anteojos astronómicos, pueden ser refractores (si el objetivo es una lente), reflectores (si el objetivo es un espejo cóncavo parabólico) o catadióptricos (una combinación de lentes y espejos).

El telescopio surgió primeramente como refractor, después el reflector y más tarde el catadióptrico. Su historia radica especialmente en el holandés Hans Lippershey, quien en 1608 consiguió combinar dos lentes para poder obtener aumentos. Pero fue Galileo Galilei, en 1609, quien lo usó en la Astronomía por primera vez. Un poco más tarde, en el año 1671, Isaac Newton perfecciona el telescopio e inventa el telescopio reflector lo cual le permitió obtener mayores aumentos.

Antes de estudiar los tipos de telescopios (refractor, reflector y catadióptrico) es necesario conocer algunas palabras:


Poder separador: El poder separador de un instrumento óptico es la cualidad de distinguir objetos cada vez más pequeños. El poder separador influye positivamente en la nitidez de la imagen y en la capacidad de separar dos objetos que se encuentran muy juntos. Este depende de la abertura del instrumento óptico, cuanto mayor sea la abertura mayor será el poder separador.



Distancia focal: La distancia focal es la distancia que debe recorrer un rayo de luz desde el objetivo hasta el plano focal del instrumento óptico. Esta sirve para calcular los aumentos del instrumento, etc. Cuanto más corta sea la distancia focal mayor será la luminosidad con que se presenten los objetos celestes.



Aumentos: Los aumentos de un instrumento están determinados por la relación entre el diámetro del objetivo (abertura) y el diámetro del ocular. De esto podemos deducir que cuanto mayor sea la abertura y menor sea el diámetro del ocular, mayor van a ser los aumentos del instrumento.



Abertura: La abertura es el diámetro del objetivo. Cuanto mayor sea la abertura más rayos provenientes del objeto celeste a observar serán captados, y por lo tanto mayor luminosa será la imagen observada.