Como en cualquier lugar del mundo. La pareja llegó hasta ese paraje -¿eran amantes?- Quizás. Como animales se enlazaron en un rítmico combate. Tumbados en la arena, el viento calizo los envolvió en un cálido capullo. El sol hervía en sus venas. Él contra ella, ella contra él. En la lejanía las figuras se distorsionaban por la bruma y el calor. Pasado un tiempo, tendido reposaba el desnudo cuerpo femenino, todavía embestido por el otro, en su centro se erguían, trémulas, dos lomas de carne, sudorosas, aterciopeladas -dunas en la piel en medio del deseo-. Se sacudían con frenesí por labios ávidos, trasegadas, húmedas de sudor y saliva se convulsionaban. Una última gota de sudor brilló en lo alto del pezón y derramó su lujuria. Después, estertores, arritmia, laxitud. Todo había terminado. Pasa como en cualquier parte del mundo, .sin embargo . no en cualquier parte, la muerte misógina se enseñorea tanto como en Ciudad Juárez.