Es ahora, en los malos momentos, cuando veo lo sola y miserable que estoy. Juego con pompitas de jabon, pero su corta vida hace ver de nuevo los mismos pasajes que hace un año contemplaba, pero esta vez desde otro punto de vista.
Como un sueño en el que vivo, como tercera persona, separada de mi cuerpo, así vivo yo. Atónita por la multitud de ciegas exclamaciones que nadie mejor que yo podía entender, me engañaba superficialmente pensando que las pompitas de jabon eran eternas, pero ya no hay más.
Me escondía tras los muros de piedra, de marmol frío mientras una ráfaga de viento irrumpía contra ella, al darme la vuelta comprendo que la lápida de marmol se siente a gusto, con su compañera, su amiguita en sueños pues esto no es más que otro sentimiento.
Un hormiguita sin protección y hundida, lucha por su pobre vida honrádamente, cumple la misión de la reina de todas las reinas del mundillo de las hormigas: es la de luchar contra el horripilante mounstro de las alturas, un oso hormiguero. Se hace a la idea de que lo vencerá pero el fiero animal no la respeta y de un tirón se la engollipa. Sola en la barriga del animal saca conclusiones, se da cuenta de que el fuerte vence al débil, es la ley de la naturaleza, los instintos pueden contra la razón, y así aprendió la hormiguita, y así aprendí yo.