Aquelarre de la carne conjunción de un desenfreno a
orillas de la tarde mugiente, y mis pasos arrastrándose en esta matriz sangrante de locura.
Desde mi refugio curioseó la vida que como bola infecta sera devorada por hambrientas fauces.
Las ceneizas pululan labrando sus mensajes en los acuosos cristales, los negros cortinajes velan las pobres exhalaciones solares, y la difusa luz como sueño velado colorea los viejo lomos de los epítomes.
EL viento paseandose por los grises corredores despliega la música de las campanas que llaman a los fieles, una sonrisa se dibuja en mi apergaminado rostro, y esperando la noche mi cuerpo se sumerge en cálido letargo.
La luz de la luna estira sus lechosos cabellos en esta morada de soledad que tanto he profesado, despierto de mi sueño de muerte y mis manos nudosas hijas del vicio corren los cortinajes negros de la ventanas.
Ante mi visión las luces de las pequeñas casas parpadean diluyendo en las sombras sus tímidos reflejos y coronando la empinada calle se eleva monstruosa la catedral.
Las letanías profanas empujan las maquinarias devastadoras de la noche, mi corazón late al compás de una sinfonía macabra nacida en los laceros crateres lunares.
Ojos que husmean las costas declinante y fragmentadas de la realidad, asoman sus dilatadas pupilas en las puertas mismas de nuestro mundo.
Un arco iris marmóreo sirve de puente , uniendo mundos de terror , de seres hambrientos de carne, que extasiados olfatean nuestro planeta.
El viejo sentado comodamente frente a su ventana, siente el fluir imperiosao de la sangre desbordándose casi jubilosa de sus arterias, y masticando un trozo de pan espera ansioso el comienzo la función