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Categoría: Románticos

un silencio de agua y bosque

Era una visión invisible para unos ojos comunes, en aquel manantial lejos de esta vida, un unicornio bebía sus placidas aguas con una quietud inusitada, parecía puramente de porcelana, sus crines salvajes al aire dibujaban ondas aterciopeladas que todo lo acariciaban, ese color incierto, ¡blanco se diría!, si no fuese por que su resplandor casi no dejaba verlo. Allí estaba bebiendo aquel caldo de dioses, alimentando su espíritu, su alma..., sin darse cuenta que unos ojos pícaros se escondían en la maleza cercana. Aquellos increibles ojos, unos ojos mágicos, unos ojos que pueden mirar más alla. Detrás de tan fascinantes ojos se escondía ella, tan fuerte y salvaje como un yak en las heladas estepas siberianas, o tan frágil y bonita como el más fascinante de los corales de los mares inexistentes. Ella lo admiraba y se preguntaba muy adentro, de quien sería tan bella cabalgadura?. Tan mágico animal tendría dueño?. Era una pregunta que le llevaba a otra, quien sería el poseedor de tan bella criatura que tanto le fascinaba?. Pero ella tenía que tener todas las respuestas!, ¡era un hada!, y su linda cabeza de hada le llevaba una y otra vez a la misma respuesta.
Sin casi darse cuenta aquella plácida imagen cobró vida, se escuchó un silbido a lo lejos y aquel finísimo oído respondió al instante, sus crines se agitaron nerviosamente y buscó la direción de la que provenían aquellos familiares sonidos, volvió su expléndida cabeza culminada por aquel inexplicable cuerno, se cercioró de su verdad y siguió paciendo mansamente.
Curiosamente a Iesy también le parecieron familiares aquellos sonidos, y cada segundo que pasaba le llevaba mas y mas a la misma respuesta, Tradolf.
Ella era un ser inmortal, un ser de luz, colmado de vida que revoloteaba alegre por su eternidad, él en cambio era un simple mortal, rudo y magnánimo en su recorrer y siempre encadenando vidas en busca de su amada hada Iesy, vidas muy duras pero que las vivía por y para ella, en su busca, en su encuentro, en su compartir.
Y después de cientos de años de frío Iesy volvió a escuchar ese sonido tibio, ese sonido que volvía a hacer circular esa poca sangre que tenía mortal y que tanto gozo y placer le reportaba, se le escapaba la felicidad entre los dedos y quería salir corriendo en pos de esa calidez.
Absorta en sus pensamientos, no se dió cuenta que una segunda imagen posaba para completar tan hermoso lienzo, entró Tradolf con paso cansino, arrastrando su mortalidad, y lentamente se acercó a su compañero, su amigo Haciash, lo abrazó y le dio unos golpecitos, como agradeciendole el camino recorrido y dandole las gracias por haberle llevado a su fin.
Si!, Tradolf sabía que regresaba a ella, sabía que su fiel amigo Haciash le había llevado a su fin y así se lo hacía saber, que su largo penar había concluido y que ya solo tendría paz hasta el fin de sus días, para después sacar fuerzas del cielo o del averno, para poder regresar al lado de su Iesy.
Dos miradas lejanas y fugaces se entrecruzaron y se reconocieron, a Iesy su gran corazón de hada se le quería salir de tan diminuto pecho, era su esperada respuesta, esa que siempre estaba allí y que se negaba a aceptarla por miedo a que no fuera cierta, pero ella sabía que la respuesta era siempre la misma y que se escondía muy dentro, que siempre permanecería.. Tradolf quedó exhausto de tan dulce aparición, tantas y tantas veces vivido ese momento y cada vez que sucedía era el primero, cada día que pasaba con ella era una vida. Y allí estaba delante de él, en la lejanía, admirandole entre la maleza, y solo cuando él empezó a caminar buscándola, ella apareció; se hizo un silencio de agua y bosque, la estampa cambió de color, solo una tenue luz salía de la grupa de su fiel compañero, se acercaron , se acacriciaron con la mirada, se besaron sin juntar sus labios, con el alma, y cuando por fin sus cuerpos se juntaron, ella clavó sus uñas en su espalda, muy hondo, dejandole constancia de su dolor por su perdida, le habría atravesado el corazón con sus costillas de tanto amor, pero era mortal. Se entregaron entonces a juegos mundanos, solo verdad, amor, vida y muerte, y así volvieron a amarse como si fuese el primer día, como si fuera el último.
Vida tras vida Haciash inmortal vuelve una y otra vez a ese manantial, otro ser de luz, esa luz que nos ilumina y nos lleva una y otra vez a nuestro camino, a esas otras vidas que una y otra vez vuelven, por que no quieren dejar de estar y se quieren amar eternamente. Sin conocernos, eternidad tras eternidad siempre nuestro fin es encontrarnos Iesy, lo más bello que mortal alguno podría soñar, tener un alma inmortal para compartirla contigo, se que te puedo perder por mi mortalidad, pero siempre te amaré y tantas veces como te pierda, tantas veces resucitaré para estar a tu lado.
Haciash echó su altiva cabeza hacia atrás y con paso digo se fue alejando y pensando en recoger a Tradolf en su niñez para volver a llevarlo ante su amor Iesy y que pudiera amarse siempre.

P.d. Por que se que siempre te he amado en cada vida por la que he pasado y allí donde estes renaceré para compartir hasta el más pequeño atisbo de vida que me quede, a mi Iesy con todo mi amor
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.63
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