estaba leyendo un libro cuando sonó el teléfono. lo cogí y escuché una voz familiar. era mi hermano, su mujer lo había dejado y no deseaba verle jamás. extrañamente sonrió mi hermano como si esto le hubiera pasado a otra persona. callamos por unos segundos y luego hablamos de otras cosas. me preguntó por el negocio, salud, mi madre, etc. todo bien, le dije. también le conté que estaba comprándome muchos libros y que si podía me mandase un libro que no hay en aquí. ya, respondió. le di el título y me dijo que pronto lo mandaría. gracias, le dije y nos despedimos.
nunca mi hermano me mandó el libro, pero su ex-mujer nunca volvió. nunca hablamos de su ex-mujer, pero tampoco hablamos del libro que me ofreció.
pienso que todo es como una moneda. ves una cara y la otra le pones o inventas una imagen. luego, coges la moneda y la tiras al aire, sin saber sin alguien la cogerá o no.
éramos ya mayores, ya hombres, ya agotados de tantas epopeyas vividas. lo cierto es que mi hermano está conociendo a nuevas mujeres, mientras yo, aún sigo buscando y comprando libros y libros, y, mas libros…
hace poco contraté a un muchacho para que limpie mi cuarto y libros en general. se sorprendió al ver tantos libros. es lo que tengo, le confesé, y aún no tengo lo suficiente. me pregunto que, cuando muera, ¿quién podrá hacerse cargo de estas joyitas?. nadie, por supuesto. ya me imagino a mis familiares cogiendo cajas y cajas llenas de libros, buscando a un viejo librero para que los compré o se los lleve, pues, en mi familia, sólo yo soy el único lector. así es la vida.
puede que sea una historia conocida, pero, extrañamente, ahora, que estoy solo en un cuarto de casa, en donde sólo hay una cama, una PC, y, muchos libros, me siento en paz. debe ser que ellos me miran y sienten lo mismo que yo; que la soledad es mi buena compañía. sí, eso siento que sienten ahora que, tienen cinco o seis libros viejos mas de compañía.
San isidro, marzo del 2008