Una tarde de hace tanto, un niño y un hombre se encontraban bajo un árbol. Era un pino azul, inmenso; de sombra inabarcable en una sola mirada. Candidato seguro a ser un permanente árbol de Navidad.
Ese hombre era peón. Un peón con su esposa y familia. Seis hijos le aseguraban permanecer más allá del tiempo.
Ese niño era escritor. Caminaba por la pradera y, en sus caminatas hallaba al viento como cómplice; al sol como cobijo, a la Luna como compañera de noches de cierto insomnio.
Alguna nube era una forma imprevista, un teatro natural de sombras; un juego para reír. Un boca arriba para siempre.
Los días transcurrían como cualquier día. Su padre ausente, su madre valiente, trabajaba para sostener; aunque el hombre era quien en apariencia sostenía.
Crecer así era una aventura; pero este niño era escritor y quien escribe vive tantas vidas que puede sobrevivir. Sobrevivir aún a la aventura...
Los atardeceres, entre el niño y el hombre, eran fieles testigos de una complicidad exquisita.
Ven, le decía el hombre, “Ven, te cuento un cuento” Y el “Había una vez” comenzaba. Un ritual entre días de colores, ausencias y presencias. Entre el querer y no querer. Entre el abismo y la pasarela segura.
Crecer era eso: un desafío.
Brotaban cuentos, personajes, lugares imaginarios, palabras nunca antes pronunciadas y frases. Y el final que nunca llegaba.
Cada día. Día por día. A partir del atardecer.
Ese niño creía en ese hombre. El hombre esperaba a ese niño.
Los cuentos se sucedían. Los días también.
Hasta que llegó el día gris. Pon la mano aquí, le dijo, y el niño no entendió al hombre pero confió en él.
Su manito de escritor palpó el horror. Algo no estaba bien, se dijo; pero si el hombre lo pide.
Regresó a su casa en silencio ; quería llorar y hablar, para no dejar de soñar.
Nadie lo escuchó. Su voz se ahogó debajo del pino. Ya no era Navidad.
De pronto el grito; la sutil perdida de la infancia. La desolación y la esperanza.
Ese niño es ya hombre. Cuenta cuentos que no engañan para que nadie quede engañado.
Daniel Menéndez Vigil
Hola Daniel, observo que tu cuento es mas bien una queja, ya que reivindicas demasiado el contenido del texto, tal vez un poco pesado ya que va dirigido a niños, o infantiles, pero en definitiva no esta mal; Animos.