Manuel se recuesta visiblemente agotado en su sillón de cuero desgastado,
con un vaso de ginebra en la mano y el control remoto de su televisión en la otra
atiende adormecido y con la mirada ausente la voz del comentador de noticias
que con alto vigor y sonrisa ancha describe con autosuficiencia las desgracias y acontecimientos políticos del día.
Los ronquidos de Manuel parecen combinar con el escaso y monótono ambiente del pequeño departamento donde habita desde hace mas de una década, un dormitorio oscuro donde posa una gran cama que ocupa todo el ancho del pequeño espacio, una cómoda de madera clara con un espejo ovalado enmarcado en el centro de una pared supuestamente blanca, papeles o documentos pulcramente ordenados por fecha y un pequeño armario de puerta corrediza, donde se asoman 3 trajes amildonados, antiguos, de color gris claro, gris oscuro y azul marino, cada uno con una misma camisa blanca abotonada y una corbata de un color tan marinamente incoloro que parece desvanecerse entre la ropa.
Un pequeño baño con diminuta ducha, con entrada suficiente para una sola persona.
Una sala con una pequeña mesa redonda y 4 sillas de carmica, una cocina con las paredes tapizadas con un desgastado papel de color amarillo suave, un solo sillón de cuero color café y una mesa moderna desplegable donde asoman una gran televisión, una pequeña radio y algún que otro disco desordenado. No hay portarretratos, fotos, cuadros o algún adorno que contraste la simpleza de una sala o mini departamento silencioso y rara vez visitado;
Solo un sobre cerrado de color púrpura desentona entre otros sobres con cuentas de teléfono, luz y cable debajo del filo de la puerta de entrada.
Un despertador que chilla, y la mano huesuda de Manuel que entre suspiros y sabanas lo apaga. El sonido de una ducha rutinaria con perfecta puntualidad (7.30 a.m), el espejito empañado donde se afeita un rostro lánguido, arrugado, de ojos saltones que no disimulan sus cincuenta y tantos años.
Manuel escoge su traje gris claro, con una blanca camisa y su corbata incolora, medias azules y mocasines negros, colonia con aroma de pinos (aroma escogido para todo y cada viernes), y ya desayunado con café con leche y pan de centeno se encamina como todos los días hacia la aburrida oficina, donde lo espera un austero escritorio y las burlas cotidianas y molestas de sus compañeros.
Recoge el correo al atravesar la puerta y enfila sus pasos hacia la parada del trolebús.
El mismo chofer de hace mas de tres años, quien a pesar de todo nunca reconoce su saludo,
Las mismas caras que llenan los asientos, los mismos balbuceos de un bebe en los brazos apurados de su madre, y el mismo sitio junto a la ventana que ocupa Manuel, con su periódico y sus cuentas en sobres cerrados.
Dejando a un lado el periódico, y los demás sobres, Manuel abre con el ceño fruncido un sobre inusual de color púrpura... y sus ojos saltones parecen desorbitarse en silencio.
En la oficina, Manuel apenas logra concentrarse en su labor, no escucha las risas y comentarios burlones de sus compañeros:
“uyy hoy el viejo sapo esta de fiesta”... jajajaja, jajaja, “se puso su colonia de los viernes, hoy parece que si ataca el flaco, jajajajajaj”
Pero Manuel no escucha, sigue absorto en sus pensamientos hasta que el reloj marca las 6 de la tarde y como nunca coge el saco y sale primero a la calle.
Los sobres color púrpura continúan llegando día a día,
Manuel compra un nuevo tapiz para la cocina, se hizo una manicura el martes, se recorto el cabello y pinto sus canas el miércoles, compro trajes de moda y costosos en la boutique principal del centro, corbatas de tonalidades joviales, un cuadro de pintura abstracta para la sala, botellas de vino tinto y blanco francés, una nueva colonia de aroma a jazmines que le recomendó la vendedora, cambio con sus últimos ahorros el sillón de cuero viejo por un moderno juego de sala con tapiz floreado....y consiguió por vez primera el saludo del chofer del bus, aplacar las burlas de sus compañeros de oficina, que lo invitaron a jugar billar con ellos el próximo jueves, compro un VHS y rento películas románticas en un video club.
Y fueron pasando los días, las semanas, las horas...
Y Manuel con un vaso de vino tinto en su mano y el control remoto de su televisor en la otra, atiende con la mirada ausente la ultima noticia que describe el comentador de sonrisa ancha y alto vigor:
“ ...Y se ha resuelto el enigma de las misteriosas cartas vacías con perfume sofisticado de mujer en sobre cerrado púrpura que se estaban recibiendo en distintos domicilios de la ciudad, ha fallecido hoy la autora de las mismas, una anciana anónima que habitaba en el asilo de San Juan, la cual escogiendo 25 nombres del sexo masculino al azar, dedico sus últimos días a enviar... ”
Y suena un despertador puntualmente a las 7.00 a.m, el sonido de una ducha rutinaria,
El clásico traje gris claro, con camisa blanca y corbata incolora, la colonia de los viernes, mocasines negros, el mismo chofer del trolebús, las mismas caras y las bromas burlonas de siempre en una triste y pequeña oficina donde un hombre de ojos saltones y cara lánguida trabaja sobre papeles amontonados, como cada día, como cada martes, y cada viernes en un profundo y rutinario encuentro con su solitaria vida.
De cuando en vez,algo te puede hacer cambiar,una carta un piropo una ilusion. jorge