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Categoría: Terror

"La calle Desgracia"

Las calles de la ciudad antigua eran el camino más corto para llegar a su casa. Mario, en las condiciones que iba, no se planteó otra opción de alcanzar el descanso a su solemne borrachera. Al día siguiente, quería estar fresco para cuando su padre volviese de su trabajo nocturno.

Calles flanqueadas por edificios señoriales, vetustos y mal mantenidos, culebreaban ante la vista del pobre Mario, que esa noche, y si es verdad que el alcohol mata las penas, él las había ahogado todas, incluso algunas que estuvieran por venir. Dos pasos adelante y uno atrás, avanzaba como bola de billar rebotando en las paredes; buscando, a falta de referencias que recordase, algún letrerillo en la pared que le indicara el buen camino.

El ruido de la ciudad ya no se oía, el resplandor a sus espaldas apenas proyectaba su sombra sobre el empedregado suelo, y cuando no estaba roto, simplemente es que no había farol que iluminase las callejuelas que Mario iba recorriendo. Se levantó una pequeña brisa que le cortó el cuerpo; sintió frío, remetió su camisa bajo el pantalón, se abrochó el botón del cuello y cruzó sus brazos sobre el pecho.

Todo su mundo se reducía al ruido de sus pasos y al fatigoso ritmo de su respiración. Otra esquina. Más de lo mismo. El lugar iba restando alcohol de la sangre de Mario, que ya se arrepentía de haber elegido la ciudad antigua para volver. De pronto se para, antes de girar a su derecha, “Calle de la desgracia”, acertó a leer en un letrero hecho de azulejo que estaba incrustado en la esquina. Clavado, se quedó pensando por qué llamarían así a esa calle. Muy lentamente, más sobrio que nunca, dobló la esquina entrando en ella, era particularmente estrecha y larga, muy oscura de no ser por una luz que brillaba al final de la misma. Mario avanzó hasta comprobar que la luz procedía de la ventana de uno de los caserones, no pensaba que alguien pudiera vivir en aquellas condiciones de abandono y aunque así fuera, le preocupaba lo que estuviera haciendo a esas horas de la madrugada. La curiosidad hizo que recorriera la calle en un santiamén y se parase a escasos metros de la ventana. La luz que salía dibujaba en la fachada de enfrente las rejas dobladas que guardaban su interior. Se arrimó a ellas y miró a través de la ventana. Lo que vió lo dejó paralizado: el cuerpo de un hombre recostado sobre una mesa redonda, con la cabeza girada hacia la ventana, los ojos totalmente abiertos y una expresión de miedo imposible de copiar con vida. Una bombilla colgaba del techo hasta prácticamente rozarle la oreja, lo que explicaba el ligero hedor a torrezno que salía al exterior. Mario no lo dudó, ese hombre estaba muerto, se asustó mucho y sin saber que hacer, echó mano de su teléfono móvil e hizo lo que hubiera hecho cualquiera en su lugar y a su edad, telefonear a su padre. Temblando, buscó en la agenda y llamó.

El corazón de Mario se comprimió hasta reventar cuando oyó el timbre de un teléfono sonar junto al cadáver que acababa de descubrir a través de la ventana. Pudo decir ‘¡padre!’ y se desplomó al suelo para no moverse más. Sus ojos quedaron totalmente abiertos y en su cara una expresión imposible de copiar con vida. Sólo unos instantes después, desde el auricular de su teléfono se escuchaba:

- ¡Mario! ¡Mario! ¡Contesta! ¿Te ha pasado algo, hijo? ¡Háblame!

En la “Calle de la Desgracia” un teléfono sonando quebraba la paz de la ciudad antigua.
Datos del Cuento
  • Autor: Perrofiel
  • Código: 10696
  • Fecha: 01-09-2004
  • Categoría: Terror
  • Media: 6.24
  • Votos: 99
  • Envios: 10
  • Lecturas: 3534
  • Valoración:
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Comentarios


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6 comentarios. Página 2 de 2
Perrofiel
invitado-Perrofiel 02-09-2004 00:00:00

Gracias por molestarte en comentar mi relato. Tomo buena nota de lo que dices: lo de repetir alguna frase, en concreto, la descripción de las caras de los cadáveres, pretendía un efecto que es evidente que no he conseguido. Si algún día caes por otro cuento mío, por favor, no dudes en dejarme algún comentario. Te lo agradeceré. Saludos, Perrofiel.

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