Había planeado todo detenidamente, ya mi ropa estaba recogida y la pequeña casita en el centro de la ciudad alquilada, porque bien entrada la madrugada me iba para siempre del lado de esa mujer que hacía compañía a mis días avanzado, ¿la razón? No podía comprender tanta debilidad, esta mujer no podía atar mi caballo cuando los bríos lo atacaban, en el campo débil era ante el sol que nos empujaba durante la siembra, abrevar los animales era un suplicio para ella, y los niños, ah los niños, como los consentía, me daba la sensación de que iba a convertir a mis dos hermosos varones en afeminados, me iba bien temprano, y le quitaba los niños, a ver como se las arreglaba entonces.
Aquí van muchas más razones.
La comida se le quema
El almidón no le alcanza
Mis camisas no me plancha
Si no llego ella no come
Y si llego lo lamenta
A los niños los conciente
Y si acaso algo le digo, entonces lloriquea
Los pies muy mal me lava
Y el masaje no me llena
A esta mujer majadera yo la dejo aunque se muera
Esa noche mientras dormía, vino un ángel hasta mi sueño, me miró con ojos de reproche y me dijo:
- Ahora vas a entender lo que es ser mujer, desde ahora y hasta el amanecer fémina serás -
Entonces mi noche se convirtió en pesadilla, cada hora era un año y cada año vivía en carne propia las vivencias de mi mujer, sentí el dolor indescriptible del parto, pero sorpresa, no lloré al momento, con dolor parí cada retoño, pero ¿Qué cosa es esto? Después de parirlos, mis ojos se anegaban de un llanto que no tenía razón de ser, no era dolor, era amor, era el enorme placer de verme verdaderamente convertida en mujer. Viví el primer día de mi matrimonio, o el de ella, aquel enorme animal se vino sobre mi con gentileza, mi amor hacia el apaciguó el temor, y taladró mis carnes sin misericordia, lloré lagrimas más de amor que de dolor una vez más, y en mi sueño el no me comprendía, solo preguntaba - ¿Te dolió? – Luego soñé con largos años de servicio, desde que despuntaba el sol era limpiar, acomodar a los niños para llevarlos a la escuela, regresar presurosa para comenzar a cocinar, llevar la comida hasta el campo, sostener el caballo mientras el hombre comía, levantar la pesada chícura y abrir huecos para echar la semilla mientras tomaba “su merecido descanso”, volver presurosa para recoger los niños, hacer los pastelitos de la tarde y mantener el café caliente, lavar la ropa del hombre para aprovechar los últimos rayos de sol del día, preparar la cena, bañarme para esperarle y sentarnos a comer, para escuchar la misma cantaleta de lo últimos diez años, que si llueve, que si no, que el caballo está ya viejo, que si el otro se murió, las tragedias del día a día que en todo este tiempo nunca llegaron a consumarse, el hecho de esperarle al finalizar el día era todo un suplicio, no sabía como sería su venida, su mirada escrutadora comenzaba por buscar todos los defectos dejados por mi premura, y mira que los hallaba, y entonces venía la letanía...
Luego en mi sueño miré hacia atrás, y vi cuantos años de injusticia había vivido sin recibir un gesto de amor, fue tal mi dolor que comencé a llorar.
Desperté violentamente, eran las tres de la mañana, la noche se había hecho infernalmente larga y yo sudaba copiosamente, a mi lado, llena de ternura mi mujer soñaba quien sabe con que escondido paraíso, y sonreía, comprendí con dolor que sus únicos momentos felices era cuando dormía, comprendí que no era una “vieja llorona” sino un ser5 maravilloso al que yo sin derecho había esclavizado, comprendí que era un hombre privilegiado, que no tenía porque comprender a mi mujer sino tolerar y amar a una criatura que aun por encima de su sensibilidad estaba destinada a llevar sobre sus hombros la más pesada de las cargas, y que su única salida o escape, era a veces llorar...
Dedicado a ellas, no hay espacio para nombrarlas a todas.
Eddy: No sabes cuantas lágrimas he derramado por tan hemoso poema a la mujer. Está fabuloso. Califico con 10, pero se me hace poco. Lourdes