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EL VIEJO SABIO (UN CUENTO CON MORALEJA).

En una perdida aldea de un lejano país, existía un sabio al que todo el pueblo iba a preguntar sus dudas, presentar sus quejas y solicitar ayuda; aquellas humildes gentes habian vivido así toda su vida y estaban contentos con la existencia plácida y sencilla que llevaban: No obstante, una sombra se cernía siempre sobre ellos, el inexorable tiempo que amenazaba día a día con arrabatarles al viejo sabio, aquel que durante años, había sido y se había convertido en el catalizador y solucionador de los problemas del pueblo. Acuciados por esta preocupación, se reunieron en concejo abierto y despues de acaloradas discusiones y largas meditacíones llegaron a una conclusión: que había que enviar a los dos más despiertos jovenes de la aldea a la gran ciudad, para que se formaran como sabios, en aquellos edificios tan bonitos y suntuosos, para que llegado el momento, pudieran contar con alguien que siguiera aconsejándolos y ayudándolos, como habia sido toda la vida, antes de que el viejo sabio faltara y los dejara huérfanos de su sabiduría. Una vez tomada la decisión, cada uno aportó aquello que pudo extraer de su pobreza y enviaron a aquellos dos jóvenes, galanes y despiertos a la gran ciudad, a que se convirtieran en "sabios oficiales" y así ya no tener que temer la inexorable pérdida del sabio, que, como es ley de vida, en algún fatal momento tendría que producirse. Pasaron varios años y aquellos imberbes jóvenes, regresaron contentos y felices a la aldea, en sus bolsas acarreaban muchos libros, en su mirada mucha ilusión y en su cabeza, toda la sapiencia que aquellos ilustres doctores de la gran ciudad habian sido capaces de transmitirles a lo largo de todos esos años; tambien traían con ellos el orgullo y la vanidad y, como no, el convencimiento de que con aquellas enseñanzas recibidas, ya nada en el mundo escaparía a su entendimiento y raziocinio, pudiendo devolver al pueblo, aquello que les habia entregado hacía ya años. No obstante, pasaban los días, las semanas y los meses y aquellos jóvenes languidecían en el cuarto que habian habilitado como consulta y en cuyas paredes, exhibían orgullosos los titulos que demostraban la oficialidad de sus conocimientos. Las gentes de la aldea seguian subiendo aquella empinada colina al final de la cual moraba el viejo sabio, como un baluarte desde el que poder contemplar la vida y descifrar todos sus misterios y encantos, con el fin de poder seguir consultándole todos sus afanes y preocupaciones, con el fin de que él, siempre atento y lógico, les devolviera la paz o les apartara las dudas de sus vidas. Preocupados por ello, los dos jovenes, los dos sabios oficiales, sentados una tarde en la habitación que les servía de consulta, decidieron que debían tomar una decisión al respecto, hacer algo que los sacara de aquel ostracismo que convertía en inútiles aquellos años de esfuerzo y privación en la gran ciudad. Allí, entre libros y titulos, hablaron: ¡Pobres ignorantes!, decían, ¿acaso no se dan cuenta de que nosotros, quienes con todos los conocimientos que hemos recibido de los verdaderos sabios, quienes con nuestro estudio de años, somos quienes de verdad conocemos los grandes misterios de la vida, mientras que ese pobre viejo, allí en su colina, jamás ha salido de la aldea?, pensemos pues la forma de poder demostrar a estos incultos quienes son aquí los verdaderos sabios. Pasaron las horas, cayó la noche sobre la aldea y ya cuando los candiles estaban a punto de extinguirse, despues de una larga noche de acaloradas discusiones y numerosos pensamientos, uno de ellos dijo: ¡Ya está!, ya sé lo que debemos hacer; habla pués, le espetó el otro. Mira, dijo el primero, convocaremos a toda la aldea para que nos acompañe mañana por la tarde a la casa del viejo sabio, y allí, delante de todos, le haremos una pregunta que él no sea capaz de acertar, así el pueblo entero se dará cuenta de que el viejo no es tan sabio y a partir de entonces seremos nosotros los que resolveremos dudas y problemas en esta aldea. ¿Pero que pregunta haremos?, inquirió su compañero. Muy sencillo, le respondió éste: yo llevaré en una mano un pájaro y tú le preguntarás como está el pájaro en mi mano, si vivo o muerto. Si el viejo dice que el pájaro está vivo, yo apretaré mi mano con fuerza durante un pequeño instante y cuando la abra el pájaro estará muerto; si por el contrario dijera que el pájaro está muerto, yo abriré mi mano, para que todo el mundo vea como se va volando, demostrando la equivocación e ignorancia del viejo. Despues de tal error, ya nunca nadie confiará en él. Tras celebrar con risas y algunos vasos de vino su extremado ingenio, fueron a sus jergones a buscar el reparador descanso, no sin antes repetirse una y mil veces que mañana iba a ser el primer día del resto de sus vidas. Llegado el nuevo día, tal como habian urdido la anterior noche, hicieron correr la voz por toda la aldea de que esa tarde irían a consultarle al viejo sabio una duda que tenían; las gentes del pueblo se alborotaron, pensando en que podrían necesitar saber aquellos que habian estudiado en la gran ciudad y que estaban llamados a ser el día de mañana los sabios del pueblo, los encargados de velar por la tranquilidad de espiritu de aquellas humildes gentes. Por la tarde, cuando ya el sol empezaba a demostrar su cansancio, los jóvenes emprendieron la subida por la colina, dirigiéndose a la cabaña del viejo; detras de ellos, todos los habitantes de la aldea, entre murmullos los seguian, sin dejar de preguntarse cual podría ser aquella importante cuestión. El viejo, sentado cmo de costumbre en el zaguán de su cabaña y con la mirada, limpia a pesar de los años, perdida en ese infinito que dominaba desde sus altura, vio acercarse al gentío, lo que no produjo en él ningún sentimiento de ningún tipo, pues sabio como era, sabía que la vida seguia siempre un curso determinado y que de poco valía intentar oponerse al mismo, así que levantandose con lentitud y parsimonia, se llegó hasta el borde del zaguán y allí espero con paciencia y sin prisas la llegada de toda aquella muchedumbre. Cuando todos hubieron llegado a la casa, les preguntó el viejo: decidme, ¿que quereis de este pobre hombre que venís todo el pueblo?. Se adelantó el más osado de los jóvenes, y con la voz alzada, para ser escuchado por todos le espetó: ¿tú, que tan sabio eres, imagino no tendrás problema en contestarnos a una pregunta?. Claro que no, contesto con la humildad en él acostumbrada el viejo, hacedla pués. Tú, que tanto sabes, ¿nos dirás como está el pajaro que en su mano tiene mi compañero?. Se hizo un espectral silencio, la gente, de forma casi imperceptible se fue apartando, retirando, pues nunca hubieran esperado tal pregunta, y el viejo, allí de pié, tranquilo y acariciando su blanca barba, se tomo un breve lapso de tiempo antes de contestar: "PUES EN VUESTRAS MANOS ESTA, EL PAJARO ESTARÁ COMO VOSOTROS DESEEIS." La gente del pueblo rió alborozada al comprobar una vez más la sabiduría del viejo, pero sobre todo contenta de ver que siempre habian estado en buenas manos. Los jovenes regresaron cabizbajos a la aldea, mientras el resto de la gente quedó allí con el sabio, festejando con gran júbilo la demostración de su sabiduría. Los jovenes, aprendieron la lección y perdieron su orgullo, siguieron estudiando y formándose, iban diariamente a la casa del viejo a que este les fuera transmitiendo su sabiduría, aquella que no se encontraba en los libros y, con el pasar de los años y ya con el viejo disfrutando de su bien merecido descanso, después de toda una vida dedicada a la comunidad, se encargaron de ser los sabios del pueblo, solucionando problemas y aclarando dudas, como toda su vida hiciera el viejo sabio. MORALEJA: Todo aquello que aprendemos, está en nuestras manos, de nosotros depende el uso que vamos a hacer de ello. Fernando García. Fabulado sobre una historia anónima. Esperando que todas las lectoras del cuento EL MAGO Y LA PRINCESA, sepan y decidan que hacer con su vida.

Datos del Cuento
  • Categoría: Metáforas
  • Media: 8.5
  • Votos: 2
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Comentarios


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39 comentarios. Página 8 de 8
Delicia Benito Altarejos
invitado-Delicia Benito Altarejos 30-01-2003 00:00:00

Fernando, chico este me ha gustado tanto o más que el Mago y La Princesa, aunque en realidad sean los dos diferentes, pero los dos han sido escritos por un gran mago de la narrativa. Mis más grandes felicitaciones, y no cambies nunca POR FAVOR. ERES EL MEJOR.

ALMUDENA
invitado-ALMUDENA 28-01-2003 00:00:00

Como padre, como escritor, como persona y como amigo...y todas tu "amantes incultas"que aprendan el sentido de la vida, EL VERDADERO amor y la dignidad, ya perdida. El cuento es estupendo y me ayuda a comprender las oportunidades que tengo gracias a todos tus esfuerzos, me ayuda a comprender que la vida es lo que uno quiere y no lo que otros desean, todo está en nuestras manos de nada sirve dejarlas cerradas. Te quiero y recuerda...aprende a valorar lo que tienes ahora porque perderlo dolería.

Julia
invitado-Julia 28-01-2003 00:00:00

No dejas de deleitarme en tu calidad humana y tu arte, hasta para pedir paz. Es anónima, pero que la has decorado de tal forma que es increíblemente tuya. Felicidades, como siempre. Julia.

joe
invitado-joe 26-01-2003 00:00:00

Bello cuento, y clara moraleja, advierto un pequeño sinsabor con el cuento de la Princesa y el Mago. Pero, como dice usted, todo en la vida pasa exepto el amor. Un abrazo JOE

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