Un suave viento arrastraba el aroma de cayenas por toda la plaza, ese mismo suave y arremolinado viento hacía malabares con las hojas secas y allá, en un banco de la plaza, bajo un enorme ciprés Inocencia permanecía taciturna, pensativa; hacía poco había llegado a la comarca y como todo el que allí llegaba había sido recibida por una comunidad amorosa y amable al extremo, recordó Inocencia su lugar de procedencia y al hacer comparaciones creyó haber llegado al paraíso, mientras gruesas nubes se arremolinaban en su cabeza amenazando desatar una tormenta, Inocencia continuaba con su abstracción sin percatarse que los pajarillos que momentos atrás hacían fondo musical a sus meditaciones habían enmudecido repentinamente; era algo raro la comarca, a pesar de la amabilidad que reinaba por doquier y que los nombres de pegajoso sonido eran casi imposible de olvidar nadie tenía rostro en ese pueblucho, una especie de niebla cubría cada cara, dejando solo ver el modo de comportarse, dicho sea de paso, comportamiento que a veces era imitado entre comunes haciendo casi imposible saber quien era quien en realidad.
De una de esas caras cubiertas de niebla, ya adentrada en días Inocencia en el poblado y conociendo a bastante gente, recibió una encomienda, - envíale - la incitaba - una carta a este personaje, indícale que ha hecho mal, que ha de hacer y que no y ya veremos lo que pasa – Inocencia creyendo en la pureza de la comunidad siguió el juego y así lo hizo...
Comenzó el revuelo, la carta que Inocencia en gracia y haciendo eco de su nombre había enviado comenzó a circular entre la comunidad, el resultado de aquella esquela fue que la nube que cubría el rostro de uno de los comunes desapareció dejando al descubierto su verdadera esencia, las caras se volvían austeras, los rostros enjutos dentro de cada nube comenzaron a levantar el dedo acusador, de cada nube que cubría un rostro salían rayos y centellas, y a todas estas cosas era ajena Inocencia, mientras en la comarca se levantaba la tormenta ella continuaba sus paseos saludando con su acostumbrada candidez.
Llegó un momento que la gente decidió crucificar a ese alguien, no era posible que el origen de aquella carta fuera mentira, se unieron todos y en una especie de cónclave surgió la decisión, a la campana de cristal, a ese que ha quebrantado el juramento debemos condenarlo a la campana de cristal, las voces se unían en coro, la sentencia era definitiva, sería execrado del libre transito por el villorrio, - Atrapémosles – se oía por doquier ...
Cayó Inocencia en cuenta del silencio que repentinamente se había apoderado de la plaza, levantó su mirada y vio sobre su cabeza la inminencia de una tormenta pero no corrió, se dio cuenta que no valdría la pena, corriera a donde corriera la lluvia la alcanzaría, y decidió esperar por los embates del tiempo, lo que no podía ver Inocencia es que en aquella plaza, a cierta distancia de ella, rodeado de cipreses, viento fuerte y piso de cemento había otra persona, y más allá otra y otra acullá, que cada una meditaba sobre situaciones similares, que cada una de esas personas había sido incitada por el bajo espíritu del chisme y la maledicencia, y que siendo inocentes también habían caído en el nefasto juego, no era la persona que le había aconsejado enviar la carta, era el espíritu escondido tras la intención, de la cual hasta esa persona era inocente, solo una herramienta de la situación; a esas personas en la plaza el rostro se le veía claramente, era la característica indiscutible de que no eran oriundos de la comarca, y ahora sus caras reflejaban el asombro y la incertidumbre ante el giro que habían dado los habitantes frente a ellos. Sin embargo, a medida que los foráneos meditaban y caían en cuenta de los hilos invisibles de sus destinos, una especie de nube iba cubriendo sus rostros, hasta dejarlos totalmente ocultos, y al ocurrir semejante fenómeno, cobraban nuevamente simpatía ante los oriundos del villorrio, es que se convertían en parte misma de aquel sitio.
Lastima que a Inocencia le ha costado tanto comprender que debe crear su propia nube alrededor de su cara, solo así podrá ser aceptada, ah y cuando deje de llorar por el prisionero de la campana, esa sentencia ya está dictada y aparentemente está lejos por ahora su libertad condicional. Espera Inocencia, cuando una nube cubra tu rostro, volverás a escuchar el mar..
... te digo que has hilado muy fino en esta historia. Aquí sólo somos lo que nuestros escritos dicen de nosotros, pero en ellos hay fantasía, sueños, quimeras y mentiras, quizás esto último en mayor proporción. Saludos